Han pasado 45 años desde que salió el Santana III, cerrando una etapa en la historia de la banda. Cuando entraron al estudio para grabar el Caravanserai, en 1972, las cosas habían cambiado. Carlos Santana quiso enfocarse en el jazz; en su momento, el presidente de Columbia Records, fue claro al establecer que era un suicidio artístico, pues marca una ruptura abrupta en relación a los tres primeros discos. Es el comienzo del declive comercial de Santana. El guitarrista pensó que enfocarse en un estilo, lo limitaba a nivel musical, él quería experimentar; siempre fue su ambición, hacer de la banda un colectivo y colaborar con los mejores músicos de ese momento. Gregg Rolie y Neal Schon, frustrados salieron de la banda y formaron Journey, pero esa es otra historia.
La Santana Band ganó notoriedad por su único y casi indefinible estilo musical, una fusión entre los ritmos latinos, el jazz y el rock-pop. Fundada como una banda de blues, lentamente fue gravitando hacia un formato libre más próximo del jazz. Sus conciertos legendarios en Fillmore East, consolidaron su reputación en la capital de la cultura hippie; esos conciertos eran una experiencia sobrenatural, en concordancia con el espíritu de la época: las drogas y el amor libre. Bill Graham vio el potencial de la banda y consiguió un contrato con Columbia Records, pero antes de entrar al estudio era necesario que la banda comience a estructurar sus canciones para adaptarlas al formato de un LP; de ahí el toque pop de algunas de las canciones del disco epónimo. Todos recordamos Woodstock, el solo de batería de Michael Shrieve, los timbales de Chepito Arias, las congas de Mike Caravello y el solo extraordinario de Carlos Santana. Fue su primera gran exposición mediática y una de las más icónicas. El primer disco fue un éxito rotundo, seguido casi de inmediato por el Abraxas, un disco más ambicioso y mejor estructurado, y luego el Santana III ya con Neal Schon, el joven prodigio de diecisiete años.
Es la etapa dorada de la banda y la más laudada; sin embargo, la carrera de Santana no termina ahí. Sacó muy buenos discos, incluyendo el Live grabado con Buddy Miles (1972), el Love Devotion Surrender (1973), en colaboración con el gran John McLaughlin, uno de los mejores discos en el vasto repertorio de ambos guitarristas; el Illuminations (1974), junto con Alice Coltrane, El Welcome (1973) y el Borboletta (1974) junto con la nueva Santana Band, cerrando el ciclo de experimentación con el Lotus (1974), disco triple en vivo. Sin duda, es una etapa más ecléctica, pero son discos muy bien logrados. Amigos (1976), Festival (1977) y Moonflower (1977), son discos de transición. La etapa experimental de Santana es tal vez la más interesante pero esos discos no suscitaron ningún interés; el Amigos fue grabando con el objetivo de volver a un sonido más comercial y accesible, no es un mal disco, muy popero para mi gusto, pero tiene canciones maravillosas como Europa, con un bestial solo de guitarra y Gitano, escrita y cantada por el gran Armando Peraza, uno de los percusionistas más respetados de las escena latina; Dance Sister Dance, es una canción que funciona mejor en vivo y ahí Greg Walker muestra todo el poder de su rango vocal, por ello considero que la versión del Moonflower es la definitiva.
Festival es un disco muy interesante, muy latino, Revelations es de las mejores canciones que tiene la banda, no podemos cuestionar la habilidad de Santana y la manera como crea atmósferas; la secuencia Carnaval/Let the Children Play/Jugando, tiene más fuerza en vivo. Por ello, considero que el Moonflower cierra definitivamente la primera etapa de la banda; nunca más tendrán ese sonido, nunca más tendrán ese brío; lo que sigue es la travesía del desierto. Inner Secrets (1978) y Marathon (1979), marcan su viraje casi definitivo hacia el pop. En paralelo, el guitarrista sacó dos discos como solista, utilizando su nombre budista: Devadip, Oneness – Silver Dreams, Golden Reality (1979) y The Swing of Delight (1980). Son discos muy raros, hace tiempo que no los escucho, creo que hasta he olvidado como suenan. Lo que sigue es la década perdida, dejando de lado del Zebop! (1981), que tiene grandes momentos musicales, lo demás es intrascendente. Cada uno de esos discos tiene sus pequeñas joyas, pero en conjunto es una etapa sin mucho contenido. Tal vez, el disco más interesante del periodo es el Viva Santana! (1988), una retrospectiva de la carrera de la banda. La mayor parte de las canciones son versiones en vivo y hasta el día de hoy sigo esperando la reedición de esos conciertos. En realidad es lo que les falta, testimonios de la fuerza que desplegaban en escena.
En 1992 salió Milagro, un disco que pasó desapercibido y sin embargo es un regreso al sonido clásico, esa fusión entre jazz, rock y ritmos latinos. Fue uno de los primeros discos que tuve en mi vida y aún lo sigo escuchando con el mismo entusiasmo; dejando a un lado un par de temas flojos, es un disco excelente. En 1994, salió el último de los discos solistas de Carlos Santana, que entretanto abandonó el budismo para dedicarse exclusivamente a su vocación de cristiano, Brothers, grabado con su hermano, Jorge Santana, y su sobrino, Carlos Hernández, es un disco que retoma la experimentación. Explora diferentes estilos y géneros, es un despliegue de técnica y de pasión; es un disco excelente y también pasó desapercibido. Como anécdota, cabe señalar en toda la década de los 90, los rumores de una posible reunión de los miembros clásicos de la Santana Band, se hizo muy presente, más aún cuando la banda fue entronizada al salón de la fama de rock and roll. Gregg Rolie fue el artífice una reunión fallida, pues Carlos Santana no quiso participar, pero los miembros restantes: José Chepito Áreas, Michael Shrieve, Mike Caravello y Neal Schon sacaron un disco tomando por nombre Abraxas Pool (1997), en homenaje al disco más exitoso (hasta ese momento) de Santana. No hubo ninguna repercusión en los medios y la placa sigue ahí, empolvándose en los anaqueles. Sin embargo, es un disco muy bueno, muy interesante, pero suena distinto; Neal Schon es un gran guitarrista, pero sin Santana la banda pierde su magia.
Y luego, Santana, el guitarrista y su nueva banda, cierran la década con el disco más exitoso de toda su carrera, Supernatural (1999). Cuántos artistas pueden jactarse de eso, sobrepasar el éxito de su juventud. Ese disco revitalizó plenamente la carrera de la banda y es uno de los discos más galardonados por la industria musical. Descartando a los Who que siguen de gira, es la única de la bandas de Woodstock que sigue activa, que sigue sacando discos y que sigue teniendo éxito. Es la única banda, de las que forman parte del salón de la fama, que pudo sobrepasar el éxito de sus años de gloria. Rompe demasiados estándares y ahí todo el mérito lo tienen los productores que concibieron el disco como un compilado de grandes éxitos. Reproduce una vieja técnica en la banda, colaborar con varios artistas y Santana supo rodearse muy bien: reúne lo mejor y lo más comercial de los 90. Con ello, Carlos Santana se convirtió en un intérprete de grandes éxitos y los discos que siguieron repiten la misma fórmula: muchos covers y canciones compuesta por los “invitados” y muy pocas composiciones propias. Shaman (2002) fue exitoso, pero no es un buen disco, All That I Am (2005), es pésimo, de lo peor que tiene Santana; ahí perdí mi fe en el grupo. Pero como soy obstinado y me obsesiono, me dio curiosidad cuando la banda sacó el Guitar Heaven (2010).
No está nada mal, aunque tiene versiones muy raras de Back in Black y de Under the Bridge; es un disco de covers bastante atípico, de los Beatles, pasando por Def Leppard y Van Halen, a los covers de siempre: Led Zeppelin y Cream, sin olvidar a Deep Purple. Pero suena mejor que cualquiera de los discos con el all-star line-up. Es más rockero y por eso me gusta, me trajo recuerdos y reavivó mi interés por esa banda. También por esas fechas volvieron a surgir los rumores de la posible reunión del line-up clásico. Nunca les tuve mucha fe, la banda seguía de gira como siempre, incorporando a nuevos músicos, abriendo espacios a jóvenes talentos, interpretando los clásicos de siempre. Y tras cuarenta años de ardua espera, Carlos Santana y John McLaughlin reunieron fuerzas para liderar por primera y única vez el mítico festival de Montreux en 2011; un concierto emotivo que rescata lo mejor de ambos guitarristas: el jazz, el blues, el góspel, la Santana Band y la Mahavishnu Orchestra; es un tributo a la música y un regalo para los fans. Ese es el Santana que me gusta y que marcó mi juventud. Al año siguiente salió el Shape Shifter, un disco excelente que contra todo pronóstico incorpora mucho del sonido que la banda forjó a principios de los 70 junto con esa producción pulida muy característica del sonido de Santana desde el Supernatural. El 2013, en un documental de no sé qué canal de televisión le hizo seguimiento a Marcus Malone, fundador de la Santana Band y coautor de la legendaria Soul Sacrifice, se hizo el anuncio oficial. Entre paréntesis, después de un breve periodo en la cárcel, Malone se convirtió en un indigente y vivió en las calles por 42 años; el canal de televisión organizó un emotivo reencuentro con Carlos Santana, más una farola que otra cosa, pero ahí el guitarrista confirmó que los miembros clásicos de la banda iban a grabar un disco y Malone estaba invitado a participar.
El 2014, las esperanzas de un nuevo disco con la Santana Band, cuasi original, se esfumaron cuando el grupo volvió al latin-pop con un disco bastante cursi llamado Corazón; nada excepcional y esa su versión de Oye Cómo Va, con Pitbull como invitado, es ofensiva. Nota al pie de página, es el último disco en el que participa Raúl Rekow, miembro de la banda desde 1977, aquejado por un cáncer fallece el 2015. Pese al comunicado oficial, pensé que el disco nunca iba a salir, siempre es difícil conciliar egos y aceptar los errores del pasado. 2016, llega el Santana IV; si quiera enunciarlo es prácticamente irreal. Pero ahí está y desde la primera nota nos envuelve el recuerdo Neal Schon y Carlos Santana intercambiando solos y los maravillosos teclados de Gregg Rolie. Es un disco muy parecido al Abraxas Pool (una banda que trata de capturar el sonido de su pasado), aunque más largo y por eso es menos eficaz. La batería de Michael Shrieve a ratos suena como un drum-machine y eso me deja desconcertado; los grandes ausentes son David Brown, fallecido en 2001, José Chepito Áreas, porque es notoria su aversión hacia Carlos Santana y Marcus Malone que ha retomado su carrera como músico pero no fue convocado por la banda. Benny Rietveld, retoma su posición en el bajo, está con la banda desde los años 90 y Karl Perazzo en los timbales, también un viejo acólito del guitarrista.
El Santana IV, no tiene muchas sorpresas pero suena bastante bien; tiene canciones excelentes y es uno de los mejores discos en el vasto repertorio de la banda y del guitarrista. Tiene un sonido plano y muy pulido, muy FM, siguen siendo las consecuencias del Supernatural y sin embargo es una banda que parece disfrutar el momento, dejando a un lado todos los problemas que llevaron a su colapso; haciendo las paces con el pasado, parece ser el denominador común de esa generación. Es la nostalgia la que impera, es una generación que cambió a la música y es una generación que lentamente se apaga. Es una última mirada hacia atrás, hacia lo que fuimos, hacia nuestros anhelos, pensando en cómo quisiéramos ser recordados.