¡Esto no es música, esto es ruido!
repetía entre dientes el hermano Manuel, el cura gallego de mi colegio. De fondo sonaba una banda juvenil que desafinadamente navegaba entre las notas de alguna canción de “rock” latino a la que no reconocía ni en ese entonces ni ahora. No sé como habían conseguido el permiso, pero unos changos mas grandes que yo habían logrado organizar un concierto de bandas en mi colegio, yo tenía como 14 años y era una de las primeras veces que veía música en vivo.
Mientras los changos de los últimos años tocaban, por mis adentros las hormonas inyectaban adrenalina, miedo, indigestión, flatulencias, todo mezclado en un menjunje que se manifestaba exteriormente como un shock del que no podía reaccionar. Estaba quietito en un rincón esperanzado que nadie me notara mucho, escuchando, observando, babeando. Está no sería la última tocada en mi colegio, para el desagrado del hermano Manuel. En una de esas “noches culturales”, aparecieron los Llokallas Feos.
Decir que la banda es estrictamente rock, punk, hardcore, metal, es restarle ingredientes al guiso musical que es Llokalla. Si adentro tiene desde reggae hasta tinku. Y eso era lo que me fascinaba de la banda, que se cagaran en las etiquetas y metieran ritmos de cumbia en temas como Bin Laden, escupiendo letras sobre injusticia social, política, raza y revolución.
Cuando compré mi disco “original” (era un disco quemado con la portada fotocopiada y pintada a mano) el Gabo, vocalista y guitarrista de la banda, lo vendía junto a otras artesanías en la plaza de mi ciudad.
Era la época post 11 de septiembre del 2001, donde el terrorismo internacional opacaba para muchos las injusticias y convulsiones nacionales de ese otro terrorismo histórico que hace desangrar a Bolivia hasta hoy en día. Si te fijas bien en la portada verás todos los temas del disco reflejados en imágenes, desde las torres gemelas formando un signo de dólar, hasta el rostro de Jesús tallado en el árbol al costado izquierdo de la portada.
Ese rostro se formó de manera “milagrosa” cuando un camión de basura que pasaba por el barrio El Molino, y dando una curva arrancó un pedazo de la corteza. Los vecinos al ver el daño en el árbol reconocieron el rostro de Cristo y un gran revuelo se armó en el pueblo. Y eso eran los Llokallas, locales fuertemente conectados con su realidad.
Me acuerdo que una vez los vi tocar cerca del cementerio, se habían colgado de un poste de luz para sacar electricidad y montaron ahí nomas el escenario a un costado de la calle. Entro los presentes había punkis, metaleros, señoras, niños, borrachos, ¡todo!
Años después cuando formamos nuestras propias bandas, la idea de la autogestión y de hacer metal, rock o música en Bolivia (y peor aún, en Tarija) seguía viva gracias a lo que bandas cómo Llokalla Feo habían hecho.
Y esta es la granja de mi país, llena de bosta llena de pis!… atemos al granjero y volvamos a ser gente!
Muerte, zafra, socavón!… vida, marcada, por la opresión!
¡Está muerto, el gringo está muerto! está muerto, el gringo maraco colgó los nike!
Todos fragmentos del Changos Warangos Gritando Webadas, música que habla toneladas sobre la visión distópica y contestaria que la banda tenía de la realidad, y que más allá de todas las controversias que terminaron desarmando a esa alineación, continúan resonando en las pailas de muchos chapacos y paisanos.
La banda existe desde finales de los 90 con varios cambios en la alineación. El vocalista Gabriel “Gabo” Durán, que era de La Quiaca y había llegado a Tarija hace ya tiempo.
Siento que cumplo una función social, una labor que se compara con la de un funcionario público que brinda servicios a la colectividad, llevando alegría y mensajes a cada lugar público de la ciudad. Los músicos de Tarija no salen a la calle para ver las vivencias de las familias que recorren las plazas, de lo alegres que se sienten cuando escuchan una canción. El músico no debe pensar tanto en la ayuda del Gobierno, sino en tener iniciativa de salir a difundir su música. Los artistas pecan del qué dirán, son vergüenzas inexistentes, que no debería existir, la cultura es cotidiana, no sólo se escucha los sábados en locales costosos
Gabo en “Un músico callejero que alegra las plazas y mercados de Tarija” (El País, 3.4.2016)
Con Llokalla Feo grabó tres disco y luego volvió a su ciudad donde grabó un disco con la hija de León Gieco en un proyecto denominado Chulpa. muy recomendado. Él sigue reviviendo a la banda de tanto en tanto.
Que buena… Loko!