Chris Cornell: se apagó la voz dolorosa

 
La introspección es un precipicio en la oscuridad. De vez en cuando el precipicio toma a algún caminante de los tobillos y lo engulle sin advertencia ni explicaciones. Chris Cornell caminó en la oscuridad, se bajó del escenario y, en un momento de soledad, se entregó al precipicio. Nos dejó la áspera, melodiosa y dolorosa cadencia de su voz, que ahora invade los oídos de sus millones de admiradores ahogados en la pena y la desconcertación. 
 
Quienes amamos la música de Chris no podemos evitar escucharlo con la mano puesta en el control del volumen, porque sabemos que cada segmento de sus canciones merecen intensidades distintas. Su música tiene ritmos y patrones volcánicos. Primero, los versos murmurantes, casi inaudibles… como el burbujeo de la lava debajo de una delgada capa de tierra. La voz de Chris transita tibia en escalas casi inofensivas, siempre con la mirada hacia adentro explorando el ingreso al cráter. 
 
Después, ocurre un temblor. Sube el volumen. Un cambio de melodía o de armonía. Chris empieza a abrir la herida. La desgarra lentamente y a veces, se apoya en una pausa de silencio para agudizar el golpe. Su voz se quiebra y todo empieza a nublarse. Su boca deja salir el dolor. La tierra no deja de temblar, y en la cúspide del cráter, la silueta de ese hombre delgado, poseído, que lleva dentro de sí el peso entero del mundo, abre sus pulmones para dejar escapar una erupción incontenible y profunda. A veces, sólo por unos breves segundos para devolvernos otra vez al pulso de un inquietante silencio. 
 
Limitar su legado al grunge sería una enorme injusticia. Sin duda Cornell dejó su estampa en ese género intenso, efímero y suicida. Avanzó por su carrera en el limbo de los inclasificados, los inclasificables, aquellos que hacen huir a cualquier categorización. Inestable, su carrera, como lo fueron también sus composiciones. 
 
Soundgarden fue el proyecto que le dio visibilidad. Junto a Alice in Chains ambas bandas lograron alejarse de la locura punk desenfrenada de Nirvana, para disminuir el tempo, profundizar las melodías y refinar las letras en una época donde los jóvenes vivían en un errante contacto con sus dolores e inseguridades. En la parte técnica esto implicó un trabajo mucho más sofisticado en el manejo de las líneas vocales, combinándola con la potencia de la potencia vocal heredada de los grandes vocalistas de la década de los 70 (Morrison, Plant, Gillan, entre otros), pero con la melancolía y espíritu reflexivo del folk.
 
Temple of The Dog, uno de los side-projects más conocidos es repertorio obligado de los amantes de la turbulenta transición cultural de fines 80’s, principio 90’s y son un exponente claro del existencialismo musical que definiría la música del resto de la década. Su colaboración con Eddie Vedder en “Hunger Strike” será un perdurable himno de los más grandes duetos de la historia del rock. 
 
Audioslave, una de las bandas más sorpresivas apareció en el ocaso de la década de los 90. Combinó la innovación musical del metal hardcore de Morello, con la herencia introspectiva de Cornell, quien ya había realizado para entonces varios proyectos solistas. La combinación fue una visita proximal a la perfección. Los ex-integrantes de Rage Against the Machine dejaron su esencia instrumental prácticamente intacta, al punto que en algunas canciones uno puede casi esperar el ingreso del rapeo agudo y desafiante de Zach de la Rocha. Pero no, ese ya era territorio de Cornell. Los punteos de Morello y los murmuros de Cornell ya habían sellado una unión indisoluble, un sello indeleble, como la voz de Mercury y la guitarra de Brian May
 
Sin duda la guitarra acústica fue la mejor compañera de la dolorosa voz de Cornell. El rasgueo de las cuerdas en una caja de madera en perfecta armonía con la aspereza de sus cuerdas vocales. Ambas en sociedad, capaces de estremecer e interrumpir el tránsito de las nubes. Con la guitarra acústica, él reinterpretó canciones de otros artistas, opacando la calidad y profundidad de sus versiones originales. Si no fuera por él, posiblemente no hubiese prestado atención a la perturbadora letra de “Billie Jean”, un tema de angustia y tristeza atrapado en la producción estilizada bailable del pop ochentero, sin desmerecer el genio de Michael Jackson. Lo propio hizo con el cover “I Will Always Love You” de Dolly Parton inmortalizado por Whitney Houston. Él y su guitarra no mostraron reserva tampoco al ingresar en territorio de grandes como los Beatles, Led Zeppelin, Metallica, U2 y otros.
 
Cornell fue un vocalista inconfundiblemente poderoso, un poeta perturbado, un compositor audaz e imponente, todos ellos metidos y amalgamados en la carcaza de un hombre tímido, simple e introvertido. Su voz dolorosa se apagó sin gritar. El legado artístico de Chris Cornell se queda acá, y con él la oportunidad de hacer de este duelo una oportunidad para abrir heridas, y, siguiendo la ruta de su canto, hacer que la música nos devuelva aquello que la vida nos quitó.
 
 
 

Un comentario

  1. Excelente artículo Enrique, un pequeño y merecido homenaje a uno de los iconos más grandes del rock de los últimos años. Dueño de una de las mejores voces no solo de la escena que ellos mismos iniciaran en Seattle allá en los ochentas, sino en todo el género rockero. Una dura pérdida para aquellos que el rock/metal de los noventas fueron parte fundacionaria de su identidad rockera y metalera.Saludos!

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