Jarmoni corrupchon, así era como el Chileno, mi compañero de departamento, llamaba al disco Harmony Corruption de la banda inglesa de grindcore Napalm Death. Hay discos que nos llevan a lugares precisos en el tiempo, y nos recuerdan a personas puntuales de nuestras vidas. Este es un disco de aquellos.
Para empezar debo confesar que el disco no me gusta. Habiendo dicho esto y seguramente habiéndome ganado el desprecio de más de uno de los que leen esto, confieso también que mi disco preferido de los papis del grind es el Time Awaits for no Slave.Esta opinión me ha hecho susceptible a una buena sarta de criticas constructivas a través de los años: Andate a la mierda cojudo, ¡no sabes de grind!
, Ah, no sabia que eras un mariquita
, Algún día te van a salir bolas, no te preocupes
.
Algunas de estas frases me las repetiría mi amigo el Chileno mientras trataba de explicarme porque Napalm Death era tan importante para la escena extrema. ¡Y vaya que tenía razón!
No sobre mi orientación sexual, pero si sobre lo importante que la banda fue para reinventar el sonido de la escena underground durante los años noventa, cuando el límite de la velocidad, la estética y la lírica se veía demarcada por un Thrash y Death metal cada vez mas repetitivos y poco innovadores.
Fue escuchando este disco, que vi por primera vez a alguien consumir cocaína de un plato de cocina sucio. El disco sonaba desde unos parlantes truchos cuando entramos al departamento lleno de humo que casi incendia nuestro amigo, al dejar la olla encendida y sin atender. Era una madrugada del 2012 y al despertarlo nos contó que tenía hambre pero el alcohol lo había noqueado antes de que pudiera sacar los fideos Marolio del fuego.
En otra oportunidad, vi a la novia de otro amigo agarrarlo a cinturonazos porque ya llevaba tomando tres días seguidos, el disco servía de soundtrack oficial. Lo recuerdo bien porque lo acompañé esos tres días. Podríamos haber llegado al cuarto día y el podría haberme seguido catarreando de cómo en Valparaíso siempre quedaba la cagada
cuando sonaba el Harmony Corruption, pero no se dio.
Hoy en día sigo pensando que es un disco super cuadrado, donde Barney Greenway canta como fingiendo ser un oso de la diablada, el arte de tapa se asemeja a un collage mal hecho por un chiquito de kinder y la batería parece grabada con un piano Canon a lo grupo de cumbia de los 90’s. Aún así, lo escucho casi todos los meses.
Q.E.P.D. Jesse Pintado