Los gringos tienen su CC (Cannibal Corpse) y los bolitas nuestro VV (Visceral Vomit), yaaaaa!
De tanto en tanto se nos olvida que, viviendo en sociedad, la civilidad y el decoro no son estados innatos del ser humano, o por lo menos no recordamos que también somos animales. Pero en ciertos lugares y circunstancias podemos presenciar o experimentar esa Brutal Decadencia Humana y en Bolivia hay varios de esos lugares.
El ruido atmosférico que da la introducción al primer LP de la banda paceña Visceral Vomit, nos sumerge en el mercado, la plaza, el barrio que pululan con gente, que a falta de presencia estatal toman en sus manos la labor de juez y victimario. VV es igual que el mercado, la plaza o el barrio, bolivianos: es el lugar de la violencia criolla. La banda es el equivalente sonico a un guiso de patasca con sabor a Sepultura, Napalm Death y Dying Fetus.
Ay hijito no vayas por ahí
me decía mi mamá cuando le contaba en que barrio era el concierto under al que quería ir cuando apenas tenía 16 años. En ese local solo hay parroquianos, es peligroso
, y ella tenía razón, usualmente los boliches donde se realizan las fechas under son discotecas echadas abajo, puteros camuflados, whiskerías de mala muerte y todo tipo de sucucho que funciona como colmena para los personajes más desposeídos, marginalizados y jebi metal de todo el pueblo. La musicalidad del tema Dead Inside, de los Viscerals, me recuerda a esas primeras tocadas:
Yo asustado en un rincón con mi polerita de los “metallicas” mientras una banda extrema de goregrind\noise\avant-garde\ambient desacralizaba el escenario, haciendo que los mechudos locales, ya totalmente intoxicados y tambaleantes, formaran los primeros pogos y moshes de mi vida.
Cuando mencionaba que VV tiene influencias a lo Sepultura, me refiero al del Chaos AD y el Roots. Ese Sepultura que se escapa del Thrash a fines de los 90s. Al escuchar los cortes de We Are the Plague puedes evidenciar la influencia del metal de los noventas en la música extrema boliviana: inconformismo político, misantropía, una visión pesimista de la realidad acompañada de ritmos pegajosos, acelerados pero con frenadas violentas como micro bajando de Achachicala.
Siendo llokalla, mirando a los mechudos “sacarse la mugre” en esos socavones oscuros y ruidosos, podía presenciar el potencial contracultural del under, y así también su faceta autodestructiva.
La canción Your Worst Enemy habla justamente de cómo el placer se convierte en dolor y el entretenimiento en tormento. El tema es una buena analogía de lo que le ocurre al undergroud metalero boliviano, que se menea entre el arte por el arte y la tortuosa decadencia, consecuencia del estereotipo del metalero reventado, a la que se suma la cultura etílica de Bolivia que nos da tanta risa a veces, y nos produce llanto y decepción en tantas otras ocasiones. Es esa dinámica que vuelve al boliviano, en particular, y al metal en general, su propio peor enemigo.
Chupar hasta la inconsciencia, quedarse afuera del concierto chupando hasta la inconsciencia, regatear la entrada hasta la inconsciencia, criticar inconscientemente a todas las bandas, iniciativas, eventos y organizaciones, forman parte del deber-ser metalero al que tanto nos hemos acostumbrado… inconscientemente. Se ha vuelto una suerte de Mental Imbalance (como el quinto tema en el disco de Visceral Vomit… guiño, guiño).
La primera cosa que escuche de VV fue Trip Marginal…
¡Pario! eso me hace acordar a todas las carajeadas que mi vieja me ha dado cuando volvía chupadísimo a las 5:00 de la madrugada. Es fácil reconocerse en los lugares y temáticas criollas y comunes que Visceral profesa, y que el mensaje venga acompañado de un ritmo sandunguero y tropicalmente grind, lo hace digno de la chichería malsana que es la escena metalera de nuestra querida Bolivia.
Cuando escribo estas líneas estoy sentado en un lugar perdido lejos del pago que me vio nacer y me convirtió alguna vez en un greñudo hediondo, sediento de “jebi metal”, pero después de la luna de miel que supone el enamorarse del género, posteriormente el desencanto y el divorcio con la escena del under, son bandas como VV, eventos como el Illimani Metal y movidas auto gestionadas desde El Alto hasta los valles de Tarija, que me hacen derramar una muy thrash lágrima de esperanza por el futuro de nuestra música.
El álbum de VV finaliza con Misericordia, un ataque sonoro que cierra y empaqueta bien la propuesta de la banda, bien a lo noticiero tendencioso o un equivalente acústico del infame periódico “Extra”.
A la fecha que termino de escribir este review, los Viscerals ya han clasificado para la edición 2019 del Illimani Metal Fest. La escena que tanto he criticado da muestras de sacar cada vez, más material nuevo de mejor producción y calidad, apuntando afortunadamente a decir que no tengo razón sobre lo podrido que está el underground boliviano y felizmente demostrando que no solo estoy equivocado, sino que, además, soy un amargado.