Between the Buried and Me – Colors II (2021)

Colors II

Qué podemos decir o siquiera argüir, esta es una de las bandas más representativas de la escena contemporánea; en un giro dramático, aquí tenemos la continuación del disco que cambió el curso de una historia. Dicen que las secuelas son malas, tienen una pésima reputación, la evidencia empírica así lo sustenta y sin embargo, de cuando en cuando, asistimos al nacimiento de un obra arte, algo que rebasa al tiempo, aunque también es representativo de un momento. Recuerdo que, en el algún momento, asistí a un curso sobre la teoría de los colores, mis viejas aficiones truncadas, cuyo resultado fue un poemario ilegible, el Negro y el Púrpura, el candor de la juventud, fin de la digresión.

También recuerdo haber asistido a una conferencia, algo rebuscada, en relación a los monocromos de Yves Klein: el nacimiento del azul, la búsqueda del absoluto a través de color. Finalmente, la belleza de una obra de arte radica en su interpretación y cada quien lo hace desde su punto de enunciación, desde los confines del ser; el disco comienza de esa manera: el piano y una nota reflexiva, el anhelo de un instante perdido, el vórtice de las dudas y el miedo. Por más que quisiéramos negarlo, estamos anclados al pasado, seguimos recordando, rememorando cada detalle y lo único que queda es la cruda realidad la doble hélice de la extinción; en un breve momento de lucidez, contemplamos lo frágiles que somos ante la eternidad. Nuestra vida fatua, nuestros insulsos dilemas cotidianos. 

Nunca dejará de sorprenderme, la forma como progresan las canciones, no solo es un despliegue de absoluta virtuosidad, lo caótico, lo melódico, lo electrónico y el jazz, es casi una experiencia extrasensorial, música que te permite adquirir una nueva percepción de la realidad, como si pudieras asistir a las desdichas de tu vida con los ojos de alguien más. Nuestras ciudades caerán, la furia de dios, es el miedo que sentimos a contemplarnos a los ojos, la mefítica creación, llena de odio y rencor; no somos la encarnación de la perfección, lo justo sería considerarnos un error evolutivo. Y como suelo repetirlo, esta no es vida: del trabajo a la oficina, reproducirte, simular ser feliz, publicar fotos tontas, testimonios inmarcesibles de tu logros, para que todo el mundo se muera de envidia, para que todo el mundo contemple tu magnificencia, tu esplendor, tu sonrisa perfecta. Detrás se yergue la soledad. 

Pese a todo, sigues siendo un peón del sistema y tus ínfulas de grandeza, tratan de darle un sentido a tu mediocridad. Ciudades construidas sobre nuestro dolor, ante la morosidad, nuestra mente enferma ya no percibe los colores, ya no somos capaces de contemplar la belleza del mundo, solo seguimos tendencias, videos tontos, es la era de la decadencia. Obsesivo hasta el pánico, en este laberinto de concreto, en este bosque de neones, burdos y tontos colores, perdidos en la inmensidad del ser. El color es la voluntad de capturar lo real, y en esas cavernas, cotejamos nuestros primeros los logros; lo figurativo y lo esencial de la humanidad, sigue ahí, en esas cavernas, ahí donde encontramos nuestras primeras moradas. Ahogando nuestros fracasos una y otra vez, no estamos destinados a sobrevivir aquí, con el tiempo, tal vez regresemos a nuestra morada, las entrañas de la tierra. La revolución en el limbo.

Aún sabiendo que todo está perdido, la esperanza sigue siendo el motor de todas nuestras acciones, tratamos de corregir el error. Celebraremos en comunión y fraternidad, el colapso de nuestras sociedades; es el momento de la liberación. Toda civilización llega a su final y de sus ruinas, surge una nueva variante, la promesa de un mundo mejor, la promesa de un nuevo comienzo, la eterna promesa que nunca se cumple; estamos condenados a repetir los mismos errores, ese es nuestro castigo crónico. La teoría colectiva de la destrucción invisible; ciudades repletas de seres solitarios, agrestes y huraños, cada rascacielos es de por sí una tumba, un monumento a nuestra arrogancia, testimonios de la devastación. Compartimos los mismo miedos y no importan cuantas barreras habremos erigido, seguimos siendo la misma especie, un primate frágil cegado por su vanidad; nunca estaremos en paz con nosotros mismos hasta que nos separemos.

Aún frente al abismo, siempre habrá un resquicio de luz. El olvido lo destruye todo, mientras recordemos seguiremos viviendo, la vida es amor, aunque sea un instante, el recuerdo vive y por eso nunca sentiremos remordimiento. Las cosas que vivimos permanecen, mientras exista una voz para contarlas. El amor tiene esa dualidad, puede ser el camino a la salvación o la puerta al infierno. El miedo es el motor de la vida, es lo que nos induce a buscar guarida, protegernos en el seno de la comunidad, refugiados entre los nuestros. Comunicar, compartir nuestro miedos, cantar, hacer música, es nuestra forma de sobrellevar el terror. Apilados los unos sobre los otros, aún así no logro asirme a la realidad, a veces las palabras no bastan y por eso nos refugiamos en el arte, en las pesadillas del poeta, en estos vuelcos imprevistos; canciones que desafían toda norma, el caos en la armonía, en cuyas notas nos reconocemos y nos dejamos guiar por la sensación, el torrente. El tiempo que se detiene para apreciar un disco.

Estamos ante algo que rebasa las palabras y la música, transformándolas en una vivencia, en una nueva forma de encarar esto que torpemente llamamos realidad. Los colores vanos. El camino a la desesperanza, una mente enferma, cansada y sin embargo, lúcida. Los colores pávidos. Es posible siquiera concebir algo más allá, algo al final del camino, la respuesta que seguimos buscando y nos aterroriza. Somos el escritor, el único protagonista de esta historia, al fin y al cabo, tratamos de comprender el caos que llevamos dentro, los pensamientos absurdos y las frases inconexas, los anhelos derruidos por un futuro que dejamos atrás. Es casi el momento del cierre, la nota final. Smufato, la técnica de Leonardo, percibir más allá de los colores y del tono la esencia misma de la existencia. Humo y sombra, los contornos de lo real, de ese vacío que intentamos colmar; las áreas oscuras y claras mezcladas para conformar una totalidad, ahí radica el enigma de la humanidad. 

No soy el escritor pero me convertí en el movimiento, soy parte del relato; soy la fuerza que lo mantiene vivo, puedo unirlo y armarlo a mi atojo. Bienaventurado aquel que recorre el sendero, el camino que lleva al monte de Venus al jubilo que ni siquiera es amor. En las manos de alguien más el texto va cambiando, las notas son las mismas, pero la interpretación es distinta. Cavilando sobre el significado de los colores. Alabada sea la incertidumbre y el cerebro colectivo. Los colores van decayendo, a medida que transcurre el día, y de ese recuerdo nada queda, salvo nuestro legado de destrucción. Y qué es todo esto, solo variaciones frente al música, es la obra descomunal que condensa todo lo mejor, de diferentes géneros, estilos, técnicas y sensaciones. Es la ambivalencia, incluso en un mundo moribundo podemos crear y expandir los confines de la conciencia. De los mejores discos de la vida, por si quedaba alguna duda.

 

Sobre George

Politólogo, melómano, escritor...

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