Leer, pensar, escribir o si quiera imaginar en francés, siempre estará ligado a otra vida, a mis años como estudiante de literatura. Ingenuamente pensé que podía hacer carrera ahí; volví derrotado y humillado. No tengo nada y nada ansío. Sin embargo, escribo, comparto mis impresiones en relación a un disco; y la escena canadiense, en la región de Quebec, nos ha dejado bandas muy sólidas: Gris y Sombres Forêts, solo por citar ejemplos que tengo a la mano.
Cómo describo aquello que percibo o siento; la canción que la da título al disco comienza con esas guitarras acústicas, en las cuales destaca una innegable formación clásica. Luego el bajo, un instrumento siempre discreto, hasta que llegó Steve DiGiorgio e impuso un nuevo canon que se replica hasta el día de hoy. Un corte, y esto tiene una notable influencia flamenca, cuando conoces algo de técnica, es fácil jugar con los estilos, así lo establece Diablo Swing Orchetra. Sin que nada lo advirtiera a los dos minutos cuarenta, viramos hacia el technical death metal. La gloria eterna con su clara connotación religiosa, es el momento en el cual logramos salir del cuerpo para adquirir una nueva esencia.
Solus, evoca a la figura mesiánica y es parte de una saga épica que la banda lentamente va construyendo. Bajo y batería, en ese despliegue técnico y en el caos se percibe una estructura melódica que le da forma a las canciones; se expande por la fuerza del bajo, es el instrumento que más resalta, aunque ese equilibrio entre las guitarras está muy bien logrado. Toda narrativa patriótica, muy usual en el metal y todas sus variantes, se construye sobre el relato de la guerra, de la usurpación y la dominación de un pueblo sobre otro, ya sea para exaltar la gloria del vencedor, o para atizar la ira del derrotado, de aquel pueblo desplazado, que ahora clama venganza, La Veuve et Le Martyre, retoma esa temática porque la esperanza nace del dolor.
No sé si esto tenga una progresión narrativa, me parece algo confuso, aunque tal vez he perdido la costumbre de leer en francés, no estaría por demás retomar la saga de los Rougon – Macquart, hace veinte años que intento leerla. Mucha influencia española en las partes acústicas y ese bajo, por momentos tiene un slap bien noventero. Por lo demás, es una travesía en cabalgata por una tierra mística, reyes y herederos, pugnas por el poder. Es el hilo, con el cual se teje toda la aventura humana, la lucha fratricida que nos conduce al final. Combate, muerte y resurrección; volveré y seré millones, sigue esa narrativa épica y occidental en todos sus matices. Bandera de lucha y patriotismo exacerbado, moriré por una causa justa; te conviertes en ícono, en marca, en un aberración del ideal. De nada sirve luchar, el verdadero combate y el que rebasa las fronteras del tiempo, es teórico; es la única senda que vale la pena seguir.
Pantheum, y como todo relato épico, éste se consolida evocando las glorias de los muertos, aquellos que dieron su vida, defendiendo lo que es suyo, defendiendo sus tierras, sus costumbres, su forma de vivir y de concebir la realidad. Civilizaciones destruidas por su propia vanidad, La caída de de Constantinopla, o la toma del Capitolio, el comienzo de una era oscura, dominada por la religión y la ignorancia, la sumisión de la individualidad. Tienes que pensar como lo hacen todos los demás, de lo contrario eres un anormal. Una abominación que merece la muerte. Me impresiona mucho como los cuatro instrumentos se cruzan e intercambian solos, la voz es muy genérica, y es el aspecto más reprochable en el disco, sin desmerecerlo, claro está.
Somos seres hechos de carne y de odio, todas las acciones humanas están cubiertas de sangre. Imperios y gloria, construidos sobre miles de cadáveres y en la vieja Europa, entre los excrementos y la basura, nacían los hijos del pueblo, el Tercer Estado, y los cuerpos o incluso los moribundos, presas inocentes de una epidemia cualquiera, en un mundo sin vacunas, eran apilados en las esquinas. Durante siglos convivimos con la muerte, con ese hedor; hace tan solo setenta años, somos criaturas ligeramente refinadas que rehúyen el mal olor y se bañan con cierta regularidad. Dicen que cubrirte de caca, previene enfermedades, es una alternativa a la vacuna, jaque mate hippie andrajoso. El metal, puede ser un arte marcial, glorificación a las atrocidades de la humanidad. La culminación de la saga, aunque hoy en día la gente se ofende por todo y por nada, la famosa teta de Janet Jackson. El odio es el motor de la historia, destruir a quien se oponga.
Sonata en Mi Mineur, así si entiendo la escala de notas y no en inglés: B Flat, qué diablos será. Y en la música contemporánea quien estructuró la sonata es Ludwig, él mundo nunca sabrá cuánto le debe, y este tal vez es el mejor momento del disco, con esos guiños al metal clásico y neoclásico, al buen Malmsteen y al gran Jason Becker. En todo esto, lo que más destaco es la manera como suena la bajo, lo agresivo que pueden ser las canciones en un equilibrio muy bien construido, cada instrumento cobra fuerza y pese al caos, cado uno se distingue por su propia pericia. Me gustan las frases complicadas, le dan un cierto aire distinguido a las palabras, aunque suelo hacerlo con ironía y hasta quizás con sorna; ese tonito especial que tengo al momento de escribir, no me burlo del lector, me burlo de mí mismo, es la pedantería de todo literato. Usted sabrá disculparme. Ataraxie, se asemeja a la primera batalla que da origen a la historia, un relato que va cobrando forma; los borrones en el manuscrito, las hojas sin sentido que lentamente vamos agrupando para darle forma a un relato.
Todo esto tiene un ambiente muy onírico, las batallas heroicas pero también el mito, el ajuste de cuenta entre los dioses, la Guerra de Troya, la manzana de la discordia, los celos; la belleza marchita. Mata a tu único hijo, así lo haré único y omnipotente creador. Y después qué queda, solo vivir plácidamente, la gente feliz no tiene aventuras, solo se queda en casa y existe, cuando menos así lo imagino. Soif Brûlante, me hace recuerdo a ese cuento de Augusto Céspedes, el Pozo, el infierno de la guerra y la lucha por el agua. Morir de sed, morir de hambre, no hay nada de heroico en un campo de batalla; antropofagia, si es necesario. La guerra nos une, nos da un propósito, una historia, una epopeya, una razón de ser, una excusa para diferenciarnos, establecer una jerarquía invocando el nombre de la divinidad. Héroes de la nación.
In’el, toda victoria es un acto de violencia, y solo con esta canción este disco pasa a la posteridad. Todavía seguimos pensando en el 2020, la cuarentena, los meses que pasamos encerrados, mi pequeño paraíso. Es difícil cuantificar todo lo que hemos perdido y no deja de ser gracioso, como todos fieros y arrogantes seguimos cometiendo los mismos errores. Nada hemos aprendido y vamos cantando alegres hacia el desastre, lo que pudo ser un oportunidad queda una advertencia, ignorada con ligero desdén. Al fin y al cabo solo somos humanos, convencidos de nuestra superioridad y marchamos fieros al desastre, como las hordas de ingenuos que marcharon cantando hacia la guerra, hacia una hipotética gloria y solo encontraron muerte y decadencia. Ese fade-out es bastante simbólico, la historia nunca termina, pero en el silencio del infinito, cuán inútil habrá sido contarla.