En mi ñoñez infinita, andaba buscando referencias en relación al escafismo, un método de tortura, cuya descripción me dejó consternado. Curioso hasta el extremo, llegó a lugares muy insospechados; mórbidos. A los once años vi gran parte de esas películas sangrientas, que pulularon en los años ochenta; llegar al death metal, era algo casi natural. A los trece ya escucha Cannibal Corpse y entré al metal de cabeza. Ningún otro género era tan brutal y violentamente salvaje. Esas portadas con cadáveres, disecciones, accidentes o incluso asesinatos, me fascinaban. Hace veinte años, habían páginas gore en todo lado, incluso en reddit vi muchas cosas turbias y perturbadoras. Por mucho tiempo, pensé que la portada del Forensick de Disgorge, era un montaje o algo similar, pero al parecer es una foto real. Esos mexicanos locos, como la portada del Machetazos de Brujería.
Entre tanto muchas cosas han cambiado, ahora soy un hombre de la mediana edad, me asusto con más facilidad, aunque me parece jocoso que la gente se escandalice por el juego del calamar, de niño pillé muchas cosas violentas en televisión. Tenía ocho años cuando vi Robocop, en el cine, con esa escena de asesinato brutal. Y en 1994, todos vimos en vivo y directo el genocidio ruandés, jamás olvidaré esa escena transmitida por CNN: un hombre con un machete, busca en la maleza, saca a otro hombre y lo corta en pedacitos. Vivimos en un mundo violento, y el death explora esos instintos. Seguimos comiendo carne, ahora empaquetada en los supermercados, en presentaciones agradables a la vista; las carnicerías huelen a muerte, es parte del equilibrio elemental de nuestro metabolismo. Muy pocas personas, conocen lo que se esconden detrás de la industria cárnica.
Durante siglos la tortura fue un espectáculo y hasta el día hoy, la crónica roja alimenta el morbo; las historias de asesinatos son las que más venden. Aquí en La Paz descuartizaron a un tipo, que se llamaba Anakin de pura casualidad, y lo que circuló de manera insistente en las redes sociales, es la historia de como sus asesinos tuvieron sexo, ahí a lado del cadáver. Y otro que lleva por nombre Matusalén, descuartizó a otra víctima y se lo acusa de haber violado a un niña. Atrocidades diarias, así titula una sección de una antología italiana, que lleva el coqueto nombre de Juventud Caníbal. Y luego la gente se impresiona por una serie coreana, mientras que en las redes sociales comparten el video de ese gatito pisoteado hasta la muerte. Hipocresías cotidianas. Toda esta introducción, tal vez innecesaria, es lo que me evoca este disco; lo extremo de lo extremo llevado al extremo.
Es una compilación publicada por el sello, New Standard Elite, cuyo logo, un águila con la bandera de los Estados Unidos de América de fondo, evoca una cierta connotación supremacista que me pone algo incómodo. Finalmente de eso se trata, y esto es brutal death metal, en su forma más agresiva. Cuatro bandas, trece canciones y quedas perturbado por el resto de tu vida y a mí me encanta. Es como volver a mis raíces y recuerdo con mucha emoción, por qué me gusta el metal. Tengo una conexión emocional con el death; si quieres brutalidad, este es lugar, lo demás son pamplinas. Y las primeras cuatro canciones, las de Delusional Parasitosis, banda de Michigan, son inhumanas; es la evolución putrefacta de lo electrónico. Es caótico, disonante y monstruoso; esa caja suena horriblemente mal, pero funciona. Solo una mente retorcida y enferma puede crear algo así. El arte está ligado a lo maléfico, son nuestras pesadillas, los horrores que cometemos, los relatos heroicos de la guerra; lo épico, lo místico, la miseria humana.
Después de haber escuchado esto, durante un par de semanas, me sigue impresionando la forma como suena, es demencial. Es un sonido que engloba y penetra hasta lo más profundo del inconsciente, despertando ese lado bestial. Esto te taladra el cerebro y a mí que siempre gustaron las emociones fuertes, me cae de maravilla. Si el diablo escucha música, éste debe ser su disco favorito. Las voz se distorsiona hasta alcanzar ese gruñido primordial y la batería se acelera hasta rebasar los márgenes de lo real; por momentos la estructura de la canción cobra sentido, reconocemos el fraseo y movemos la cabeza consumando esta comunión casi fraternal. De todos los géneros, el death conserva esa esencia primitiva, y es lo único que podía calmar mi ira. Mientras más crudo y ruidoso, mejor, porque esto es una bulla infernal y me recuerda mucho, esos primeros discos que escuché en vida: el Tomb of the Mutilated y el primer disco de Deicide, es la misma sensación, aunque esto es mucho más pesado.
Lo peor de la humanidad no radica en la evocación a lo maléfico, o en creerte satánico y amenazar a todo el mundo de posero. Lo peor está en las noticias de todos los días, esa violencia que no para, fue brutalmente golpeada por su pareja, es algo tan habitual que ya no consterna a nadie, en esa indiferencia mora la atrocidad. Las tres canciones siguientes son las de Ecchymosis, banda de Tailandia. El sonido cambia, se vuelve más opaco, pero esa voz sigue siendo el mismo gruñido, es casi la misma estructura, con esa caja desafinada aunque tiene un sonido más seco, esta más cerca del sonido clásico, si vale el término. Es la adoración a lo pútrido y no hay nada peor en que un cadáver en descomposición; nunca podrás deshacerte del hedor. El cuerpo hinchando, purulento, no hay nada digno en ese final, prefiero ser devorado por los buitres, como esas imágenes que hemos visto cientos de veces, la famosa foto que ganó el Pulitzer, o es pobre individuo cuyos ojos están siendo devorados mientras agoniza. El entierro tibetano que ahora es una atracción turística.
Mil maneras de morir, también es un programa de televisión bastante exitoso, porque sentimos una fascinación natural por la muerte y sobre todo por las muertes grotescas. El respeto y la solemnidad, cuando ves el ataúd descender, es difícil siquiera aceptar ese final; todas las cosas que hiciste o dijiste fueron vanas e inútiles. Solo te queda cargar con la culpa y el recuerdo: un rostro deformado por la muerte. Traumas, parafilias, dolor, automutilación; ladrón pillado será quemado vivo, de cuando en cuando la gente agarra a un incauto, le infligen la peores torturas y termina colgado de un farol. Son nuestros impulsos; infligir dolor. Un juego de niños, torturar al inocente, el experimento del gorrión en Abbadón el exterminador. El asesinato de James Bulger o Junku Furuta, ahí está el horror en su más cruda esencia; y no podemos luchar contra ese impulso, por eso nos fascinan las historias de asesinos; Ed Gein. Las siguientes tres canciones, son las de Dissevered, banda de Laos, y el sonido se torna aún más cavernoso. Aquí las guitarras suena más lejanas, el gruñido es más potente.
Requiere cierta práctica desenmarañar todo esto, aunque este sonido es más orgánico y no tan brutalmente artificial, lo vuelve un poco más accesible. Así es como sonaba el metal, cuando tenía trece años, me veo a mi mismo absorto por ese disco, contemplando la portada, leyendo esas letras cargadas de horrores inimaginables, esos impulsos primigenios; antropofagia, es un acto de humillación, no solamente te quedas con el reino despojado, con sus posesiones y mujeres, también te lo comes. Eso es la humanidad y esto es lo que el metal representa para mí, esa catarsis, la inevitable tentación de contemplar las peores atrocidades. También está relacionado con mi fascinación con los hombres lobo y el trauma que me provocó ver el video de Thriller, cuando tenía cinco años. El hombre convertido en bestia, liberando sus instintos; tenemos que alimentarnos y si el hambre apremia creo que estarías dispuesto a comerte a tus hijos. Las últimas tres canciones son las de Bleeding, banda de los Países Bajos, y tiene un sonido más sucio, aunque volvemos a esos guturales inhumanos.
Solo el metal, se atreve a mirar a la humanidad y sacar lo peor, no somos la criatura más perfecta de la creación, somos un error evolutivo, una plaga. Esto no es para todo el mundo, como algunas obras literarias, algunas películas y hasta ciertas pinturas, esto puede herir sensibilidades. Bienvenido seas al infierno