Ahora sí tengo que ponerme al día; complicado es organizarse, ya estamos en abril y sigo asimilado la avalancha de cosas que me han caído encima. Sepultado bajo una pila de deberes. Recién asomo la cabeza y contemplo todo lo que he perdido. Y en Andorra también se hace death metal y quedé muy impresionado con esta banda cuando salió el Spiritual Migration, la virtuosidad llevada a su extremo, es el carisma de estas bandas, que logran dominar sus instrumentos con furia y pasión. Es música culta, música que me entretiene, música que despierta cierta efervescencia intelectual, transformación espiritual; en la teología cristiana, la metanoia se produce cuando una persona está insatisfecha consigo misma, busca un cambio, encuentra la Verdad en el Verbo hecho carne.
No es una casualidad que el disco comience evocando el vacío; salir de la caverna y mirar la luz por primera vez. La voz de Einar Solberg tiene un carisma muy inusual y como se suele decir, es momento de abrocharse los cinturones y disfrutar del viaje. Tratando de reconfigurar la arquitectura del yo; qué soy en realidad, de qué estoy hecho ¿puedo ser algo más? Añoro esa posibilidad y, sin embargo, no tengo esperanza. Atrapado en las paredes de la depresión, el lugar donde expió mis culpas, me consumo en mi dolor. Estoy condenando a existir sin ningún fundamento, ningún propósito, ninguna voluntad. Bajé a los infiernos y volví derrotado, contemplé el rostro de la atrocidad y en sus ojos pude percibir mi propio reflejo, el substrato de mis pesadillas; todas las noches el mismo sueño: mis manos cubiertas de sangre. Mi ser destazado en espectros borrosos se condensa en la música y ahí renazco como un ser luminoso, arrogante y lleno de júbilo.
Es la fuerza las guitarras, el bajo sobrehumano, la batería demencial, los teclados y las voces, lo melódico, el grito, el gruñido primitivo; el miedo, el odio, la rabia, la mente, el amor y la paz. Es la belleza, la agresividad y una destreza técnica que rebasa cualquier entendimiento; siglos de aprendizaje, años de experiencia y la música no solo se resume en una cadencia frenética, es una sensación, la esencia de la humanidad. Deja que la estructura prevalezca. Soy el único arquitecto de mi ser; la divinidad nos otorga consuelo, es más fácil asumir que un ser supremo nos guía que afrontar el vacío de la libertad. Estás solo y eres el único culpable de tus propios desaciertos. Es el camino que escogiste; son tus decisiones, eres el único artífice de tu destino. Soy y esa es mi condena. La música me saca de mi letargo, me da vida; es el ritmo que estructura mi existencia. Una producción impecable en la que resaltan hasta los más mínimos detalles, y entra entre los mejores discos del año.
Es mi forma de aceptar los márgenes de mi propia realidad, reflexionar a partir de una obra de arte. Nunca me gustaron los espejos, no me reconozco en su reflejo; no puedo creer que ese ser repugnante y grotesco sea yo. Un pequeño recuerdo en un laberinto, tan parecido al cuento de Óscar Wilde, El cumpleaños de la Infanta; llegado el momento no podrás contener la repulsión. Burlarme de mí mismo me confiere cierta lucidez. Un toque de jazz, un cuarto lleno de espejos, la voz de Merethe Soltvedt, tenue, casi un murmullo lejano, un eco incómodo como esa falla en el espejo. El disco tiene una enorme connotación religiosa, el tema central es el renacimiento o la readecuación del ser; la trascendencia, ser algo más que un mero mortal. Buscamos la sublimación, porque no podemos aceptar que somos igual de vulgar que todos los demás. El carro celestial, la gloria, los secretos de Dios; cuál es el camino a la salvación. La metamorfosis cruel que me librará de todo mal. Sabato transmutado en murciélago, esa inmunda rata alada, o Gregorio Samsa convertido en un monstruoso insecto. Y yo confinado a los límites mi cuerpo.
Explorando los confines de la conciencia; al cerrar los ojos estarás dispuesto a contemplar lo que llevas dentro, tendrás la fuerza suficiente como para convivir contigo mismo. Estamos obligados a escoger y ese es nuestro infierno. A llegar a la sección instrumental, el disco adquiere otra dimensión, se vuelve colosal; es una sinfonía, es la conmemoración del ser. Es un viaje espiritual, muy similar a los relatos de reconversión a la fe: un individuo que anda dudando, perdido, se siente completo a contemplar la luz por primera vez, la Verdad que me sitúa por encima de los demás. En una obra poco conocida, Los deshabitados de Marcelo Quiroga Santa Cruz, el Padre Justiniano de manera muy acertada, establece que Dios es la muleta del Hombre. El concepto de Dios nos ayuda a soportar los márgenes de la realidad, sin ello, es más fácil caer en la desesperanza y quizás, en la locura. La religión es un punto común en la humanidad, porque necesitamos creer que algo sostiene los endebles andamios de nuestra existencia caótica. Qué más puedo hacer, solo disfrutar el disco, compartir unas cuentas impresiones y agradecer por seguir con vida. Soberbia y magnífica, es la creación del Hombre.