Violet Cold – kOsmik (2019)

kOsmik

Después de una ausencia prolongada, fruto de unas extensas vacaciones forzadas de desenfreno precarnavalero, mi cerebro está funcionando otra vez y puedo sentarme y escribir unas cuantas líneas. Sigo con entusiasmo a este proyecto desde hace ya algún tiempo, porque tiene un espectro musical bastante amplio. Un músico independiente, de un país olvidado, que lentamente hace su ingreso triunfal, al mundo subterráneo del post black, tiene algo de pintoresco y cautivante. En realidad, poco o nada importa donde se haga la música, sea en Nueva York o en Ulán Bator, el fenómeno metalero es algo mundial, somos una vasta comunidad de seres inadaptados.

El disco lleva bien su nombre, es una obviedad irrelevante, tal vez sea el fruto de la masiva pérdida de neuronas en los últimos días, pero quería señalarlo de todas maneras. Contact, la canción que abre el disco, hace referencia a ese anhelo humano de encontrar una civilización fuera de este planeta. Con ritmos electrónicos y ese innegable toque etéreo, se aleja del mundo del metal, pero no por completo. Las guitarras irrumpen y la canción báscula a un sonido más shoegaze. Black Sun continua con ese sonido, frena y da la sensación de ser un plácido viaje espacial para luego estallar con violencia. El universo es caótico, el orden y la armonía son ilusiones, anhelos porque tenemos esa necesidad de controlar nuestro entorno. El cataclismo es inevitable, es lo que parece sugerir Mamihlapinatapai. Claro el sonido es más cristalino, aunque de baja calidad y no se asemeja a la furia y la vehemencia del black clásico, es lo que genera controversias estériles, creo que el efecto está bien logrado; la ira le cede paso a una rabia contenida, difusa. Es la resignación de nuestros días, el horror sigue ahí, aunque con sordina.

Emin Guliyev

Space Funeral, describe muy bien la canción, de la furia surge la melancolía; la muerte es lo único que prevalece, lo único real. La nada aciaga y absoluta, es algo que no podemos si quiera imaginar; es nuestra necesidad de colmar ese vacío lo que nos induce a pensar que hay vida en otros planetas, que hay vida después de la muerte, creemos en dioses y trascendencias, la energía vital que se difumina en el cosmos. Es más fácil creer en algo que aceptar el peso de la vacuidad. El ser y la nada, escribía Sartre; la existencia que busca un sentido, aunque sentido no hay. Supongo que debe existir una simbología detrás del violeta; desde ciertos enfoques, al ser la combinación del rojo y el azul representa la ambivalencia, la libertad de poder elegir sin prejuicios o dogmas. Me agrada esa idea, no puedo corroborarla, el logo de la banda sugiere dependencia a la heroína y Ultraviolet tiene esa tenue violencia que caracteriza todo el disco, ese estilo tan propio de esta década que lentamente se cierra. La era de la frustración, tal vez; es la era de la incertidumbre, no existe ninguna realidad objetiva. Kosmik, es tal vez la canción más cruda del disco, es el caos que desatan fuerzas antagónicas; la batalla de los dioses de cuyo orgasmo nacen las cosas, la realidad que pretendemos comprender. Ai(r), es un epílogo; tal vez después del cataclismo siga la vida, otra forma de inteligencia que quizás rebase los limites físicos de la finitud. Lo único que nos queda es la esperanza.

Treinta y seis minutos, siete canciones y podemos casi estar seguros que no será el único disco que este proyecto saque a lo largo del año. Seguiré en la expectativa, con cierto arrebato, me obsesiono fácilmente y también tengo una predisposición a las adicciones.

Sobre George

Politólogo, melómano, escritor...

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