Si todavía no has escuchado el nuevo disco de Zao, tienes que hacerlo. Banda de culto. Siempre los he relacionado con el metalcore. Estílo que llegó desde un espacio más norte-americanizado y algunas veces musicalmente vulgar e infantil. Sin embargo, siempre he sido consciente de la reputación e intensidad de esta banda. Siempre he tenido puesto, de pasada, pero de cerca, un ojo y sobretodo una oreja atenta. El hecho de que no estén en Metallum me molesta, estoy acostumbrado a investigar ahí, su ausencia confirma algunos mecanismos de defensa interesantes en nuestras concepciones como comunidad. Tema para podcast. En todo caso, ninguna organización es perfecta.
Disco de estudio número once para Zao y en pocas palabras, el álbum es absolutamente brutal y, aun así, es lo suficientemente cómodo en su producción cómo para sonar muy fresco, ambiental y cercano. La canción que le da nombre al disco, por ejemplo, tiene una base metalcore y al mismo tiempo, a momentos, me hace pensar en la versión más black metal de Edge of Sanity.
Aún más, el hecho de que una banda de hardcore metálico no tenga que recurrir al melodeath para sonar más sofisticada ya te dice mucho. Pero es que estamos hablando de Zao y del que tal vez sea su mejor disco. Uno que vale la pena escuchar de corrido. Se notan años de trabajo y una necesidad de hacer una grabación trascendente, una agrupación completamente comprometida con su mensaje. Una bocanada de aire fresco. Con este LP, no hacen más que confirmar su posición entre las luminarias que patearon, por lo menos una esquina, del tablero del metal y del hardcore.