Qué hacía el 2013, no lo recuerdo muy bien, creo que era docente en provincia o tal vez lo soñé; el tiempo transcurre de manera muy extraña, últimamente. Ya parece una eternidad. Otra vida, otros intereses; otras lecturas. En aquel entonces, estaba fascinado por DrummerWorld, el canal que me ayudó a reconectarme con el instrumento que añoro tocar, y esto es lo que pasa cuando cuatro bateristas se reúnen para dialogar.
Pese a ser un instrumento rítmico, cuya función primaria es marcar el tiempo, la batería es un instrumento que refleja bien el componente orgánico en la música; reaccionamos en función a la interacción general: alguien lanza una nota y respondes, es una reacción natural. El clic track, constriñen la función del baterista, pero le permite al productor corregir los errores, lo que le da un aire artificial a la música. En ello, creo que lo más interesante en una presentación en vivo es la espontaneidad; sin trucos ni artificios, es música real, es lo que genera fuerza y pasión, la comunión con el público.
Cegados por nuestros prejuicios, a veces constreñimos nuestra percepción musical, a lo habitual, al sonido que conocemos y frente al cual nos sentimos más cómodos y predispuestos. Curioso y quizás melindroso, voy por el mundo buscando música. Me topé con esto y me trajo buenos recuerdos; hay músicos excepcionales en todo lado, y si los artistas de pop suelen ser muy plásticos, en vivo ya es otra cosa. Y aquí tenemos una buena representación de estilos: gospel, jazz, hip hop, funk y algo de pop.