Tres discos ya, tres discos excelentes, por cierto; redefiniendo los márgenes del black. Cada banda lo hace a su estilo, a su manera y siempre va a generar polémica. Los seres humanos son criaturas complicadas, todo el mundo es un experto al momento de hablar sandeces. La voz del escarnio; es más cómodo asumir que tengo la razón, que mi punto de vista se impone porque es el mejor, e incluso tiene sustento científico. Al fin y al cabo, todo es una opinión. Hay más texturas en el black metal, que el estereotipo grotesco que algunos se empecinan en preservar, y por cierto, la calidad de la portadas es excepcional, es una obra de arte en sí.
En las entrañas de la ciudad, la bestia ruge; las sociedades secretas, el rostro corrupto del poder; el mal en toda su magnífica suntuosidad. Es lo que codiciamos, es la ruina de las civilizaciones. La humanidad camina en círculos, ansiamos poder y el poder nos destruye. Recorremos los cimientos de ciudades devastadas, buscando el secreto del esplendor; objeto de avaricia, la gracia del creador. Reliquia sagrada que contiene los secretos del mundo, la fórmula perfecta para comprender lo irrisorio. La inmundicia que recorre esos túneles, ahí donde pocos seres se animan a husmear, ahí donde se desata la locura lunar.
Y esto es una combinación de black y death, aunque por momentos parece que el death predomina, y se aleja del sonido del primer disco. Contiene elementos de metal clásico, y lo vuelve bastante accesible, lo que genera pequeñas controversias entre puristas; pero le otorga una identidad a la banda y un sonido muy propio. Al fin y al cabo, de una u otra manera, es necesario diferenciarse. Tenemos miles de bandas que suenan a lo mismo, cómo sobresalir en esta marejada de nuevos sonidos.
La vida y la muerte convergen, es el propósito de la existencia, y percibo una cierta progresión narrativa: el templo, el ritual, el despertar; el ángel de la desesperación, diosa de la traición. Somos todo y nada a la vez, invocamos lo sagrado y nos revolcamos en la depravación. Luego, llega la devastación; un nuevo comienzo, el ciclo que se repite, un mundo subterráneo que se agita, crece y desborda. Y tal vez el elemento que más destaca en el disco, es su diversidad; las canciones son muy distintas entre sí, algo de por sí inusual; y lo sitúa por sí mismo entre los mejores discos del año.
La condena, pasar toda eternidad en el estómago de la bestia; tal vez es la peor de las muertes posibles: ser digerido vivo. La muerte es un suplicio, te invade la desesperación, el instinto es más fuerte, luchar hasta que te abandonan las fuerzas y aún siendo devorado vivo, mantienes la esperanza, intentas escapar de las fauces que arrancan jirones de carne; la esperanza destazada, aniquilada por la realidad, cruda y desencarnada: la muerte es inevitable, el castigo te aguarda y pagarás con el tormento tu impudicia. Es la última etapa en el ciclo, en la narración, en la extrapolación religiosa que te condena, su único propósito es infundir sumisión.
El comienzo de Streams of Rapture, me tomó desprevenido, pues genera un contraste tremendo en el disco; no me esperaba para nada ese sonido; es una ligera evocación de la decadencia, en la cual la metáfora de la espinal dorsal cobra sentido; no puedes escapar del interior de la bestia. Es la fuerza bruta que emerge con vehemencia. De la furia, pasamos a un terreno más familiar, cuando menos para mí; ese sonido clásico épico, casi progresivo en sus matices. Es una excelente manera de cerrar el disco… un halo de materia oscura, la batalla de los dioses que termina con uno de ellos, regurgitando un nuevo universo.