Hace casi un año salió este disco, vaya que tardan las reseñas en esta página; complicado conciliar diferentes facetas y al mismo tiempo, es un cierre. Así comenzó el 2021 y ahora nos volcamos a otras cosas; cuánto hemos cambiando, qué hemos logrado, cuánto hemos aprendido, qué cosas han leído. Vuelvo sobre todo lo que he escrito y siento náuseas. Tantos discos quedan fueran, tanta música de la cual solo escuchamos rumores, ya muy distantes. Si hay una constante, es quizás este disco, todos lo señalan; tal vez sea una casualidad, una conspiración mundial, la tiranía del algoritmo, lo más sensato es pensar que se trata de una mera casualidad. Es cierto, esto fascina y me hace recuerdo a los primeros discos de Krallice, por ese nivel de locura, pero también tiene de mucho de bandas como Worm, Inferno, Sumac o Mortiferum, por citar ejemplos que están a la mano; Ad Nauseam tiene un lugar privilegiado en esta nueva ola del death metal progresivo casi avant-garde.
Hoy en día las fronteras entre el death y black, son bastante difusas; es una revolución en sí misma y este álbum comienza, con esa fuerza del death metal contemporáneo, mantiene altos niveles de tecnicidad, pero al mismo tiempo incorpora otro tipo de elementos, es disonante y no utiliza el fraseo habitual en el género. Cada instrumento se mueve de manera independiente; es pesado, oscuro y caótico; es la divinidad que cobra conciencia y mira con displicencia todo lo que no es Él. Es todo lo que es, es inicio y el final, es y su única finalidad es ser. La última parte de la canción me tomó desprevenido, caemos en el vórtice; el sonido se va deformando, es una expresión única y es el tipo de sonido que hizo de Krallice una de las bandas más interesantes en su momento. Es casi una forma libre, muy parecido al jazz, pero esto es la cruda expresión del mal.
Si existe una divinidad, imagino que debe funcionar como cualquier otro organismo; nosotros somos sus pesadillas o quizás sus cólicos. Sin llegar a ser bestialmente caótico o incluso melódico, mantiene una estructura delirante, es el tormento, la ansiedad, es el ser; adquiere matices casi inmateriales, es casi abstracto en su ejecución. Las guitarras en ambos canales, el bajo con esa potente reverberación y la batería creciendo, sin control. La decadencia es parte de la vida, hemos desarrollado inteligencia y, sin embargo, somos tan similares a cualquier otra criatura; ahora vemos como nuestro intelecto se ve mermado en la posverdad, el ocio, los rumores (el amigo de un amigo de un amigo, me dijo que tal vez me muera en tres años si me vacuno). Este es realmente el final, la profecía cumplida, el ocaso de la civilización, el reino de la ignorancia. No hay salida del pozo de brea, del torrente de sandeces que se comparten todos los días.
Desconectados del saber universal, ya no reconocemos nuestro propio reflejo; ahora la incongruencia es la ley. La realidad objetiva fue destruida por la subjetivada que moldea sus contornos a su conveniencia. Construyo lo que quiero mostrar, reacomodo los resultados a conveniencia; una sola prueba, refuta siglos de aprendizaje. God and devil are meaningless words /since damnation and bless are the same tool. Caminamos ciegos y sordos en el mundo, convencidos de nuestra superioridad. Un ser patético, artífice de su destrucción. Realidad y ficción, todos los opuestos son lo mismo, el conocimiento nos conduce a la idiotez, denominador común de esta criatura vanidosa, de este simio engreído que intenta ser dios. Valoro mucho toda la reflexión detrás del disco, es más cómodo dejar de pensar, dejarnos guiar por modas, por la voz de los iluminados, es fácil comentar sin esgrimir un solo argumento, es fácil reírse de las cosas que no entendemos. Somos aquello que más tememos, somos lo superfluo y lo abyecto.
La canción epónima es una ruptura en el sonido del disco, cuando menos en su inicio, esos violines, y luego el caos, la quietud, el bajo, la bestialidad, ese instinto. Nos terminaremos comiendo los unos a los otros, es nuestro destino, para eso fuimos concebidos. Soy el mudo testigo de mis propias hazañas, visionario incompetente que intuye la catástrofe, morador del abismo que avizora el sentido de la existencia en la estridencia que me sosiega. Pienso en la vastedad, y aquí lejos de todo, existo contemplo, admiro, reflexiono sobre un sentido aparente; necesito morir para sentirme vivo. Soy la voz, el crujido, la verdad, la oscilación, el firmamento y la devastación. Soy el anhelo y la perdición, es la divinidad, el ser que cuestiona su propia existencia. Es la tumba de la creación. Es el cosmos, el reflejo, la luz tenue de cada amanecer. Pienso, creo, convivo, eludo mi soledad y en la soledad me expando. Es imposible contemplar el vacío, necesitamos colmarlo de conjeturas. Tiene que haber algo, una presencia que llena el vacío.
Qué somos, qué es la existencia, dónde termina lo real; presas de lo fatuo, olvidamos nuestra propia esencia, el poder de la imaginación que nos impulsa a hablar. Pensamientos abstractos, un universo contenido en sí mismo. La nada nos provoca terror, no podemos concebir la no existencia. Es sin duda un gran disco, a nivel musical y lírico. Ahora estamos en otro momento; lo viejo tarda en morir, necesitamos conservarlo, pues el cambio nos induce pavor; necesitamos algo conocido, algo sobre lo cual construir una verdad, por ello nos aferramos al ayer, es un lugar familiar, cercano, certero, es el sendero que recorrieron nuestros ancestros; es lo que es porque tiene que ser. No hay dios, no hay realidad, no hay acontecer, todo esta en tu cabeza, solo sigues una costumbre, un modo de obrar, cuestionable como toda la realidad.