Yo descubrí a Krallice el 2012, cuando salió el Years Past Matter, quedé atónito. Brutalmente caótico, me hace recuerdo al jazz desestructurado, profundamente influenciado por la cocaína, esas largas improvisaciones de las cuales uno sale francamente perturbado; tus sentidos profanados, destruidos por una interpretación musical para la cual no estabas preparado. Es una sensación muy similar, a la que me producen los compositores contemporáneos, los trabajos casi delirantes de Karlheinz Stockhausen, por ejemplo. Y en Krallice hay músicos de alto nivel, y ese profundo conocimiento musical, les permite rebasar las estructuras tradicionales y lleva al black a otro plano dimensional. Me gustan las cosas complicadas, es un reflejo de las cosas que escribo.
El sonido ha cambiado y cada disco explora, otro tipo de matices musicales. Por eso me fascina la banda, se renueva de manera constante. Frost, comienza de manera muy atípica, con esos sonidos de fondo y la batería, luego los teclados, ya predominantes en los últimos discos. Es una larga introducción que da paso a un caos contenido; no es tan disonante como otros trabajos del grupo. No es melódico en sí, pero tiene un toque atmosférico. La batería de Lev Weinstein, le da vida a la canción, y probablemente es uno de mis bateristas favoritos hoy en día.
Nada de esto es fácil de asimilar; es casi una extensión de mis propias obsesiones: estructuras, formas y decadencia. Telos, mantiene los rudimentos típicos del black, con notas un tanto góticas, aunque la voz se va por otro lado, casi death en su enunciación. Yo sigo pensando que es una forma de jazz contemporáneo; el metal es casi una excusa, como para seducir a cierto grupo de personas. Es una canción inusualmente corta y no sé si la banda intenta ser más accesible. Nunca estarás preparado para este tipo de música, si te atraen las rarezas, esto es fascinante, en caso contrario es una experiencia un tanto hermética. Heathen Swill, va por esa misma vía, aunque por momentos resurge ese caos demencial; cada instrumento funciona de manera casi independiente, manteniendo una clara desproporción asonante.
Archligths, comienza con esa brutalidad que solo la batería de Weinstein tiene, pero los teclados le dan un toque muy peculiar al disco. Sobresalen, están ahí, de fondo, encima de toda la furia caótica, como una red que sostiene por sí sola la demencia, como si fuera un ligero convencionalismo social; sonreír todos los días en la oficina, mientras te imaginas destripándolos, uno a uno. Es casi imposible soportar tanta incompetencia y de por medio, la arrogancia del jefe, aquel que todo lo sabe y nos conduce inexorablemente hacia el desastre. Lo sabes, lo intuyes, intentas escapar; es inútil. Estás condenado a fracasar. Las letras son bastante abstractas; retazos de pesadillas, qué cosas te acongojan en las noches. Tus ojeras profusas, el temblor en tus manos; apenas logras beborrotear un café amargo. Esta es tu vida; tu condena. Sumidos en lo trivial; en los mismos problemas de siempre: pagar cuentas, pagar facturas. Dismal Entity, tiene un interludio muy interesante; flotando en la inmensidad de la locura.
Yo sigo pensando que Krallice es una de las mejores bandas de metal extremo, pues llevan la música por otros niveles. Y la banda no se estanca. Llegado el momento, es fácil quedarse en un estilo y hacer lo mismo una y otra vez. Es cómodo; es una forma de reciclar las mismas ideas. En algunas bandas funciona, en otras se vuelve tedioso y con el tiempo pierden relevancia. La canción que le da nombre al disco, es una de las cosas más raras que he escuchado últimamente, es música vanguardista, hasta que irrumpe la batería y la voz es mucho más blackera, si cabe el término. Cada disco, me sorprende aún; es una sobrecarga de sensaciones y es complicado digerirlo. Hay que darse un tiempo, y escuchar los discos, valorando esos pequeños detalles. Es música compleja, algo pedante y me llena de júbilo.