The Number of the Beast, es el disco clásico de Iron Maiden, aunque yo tengo sentimientos encontrados, no es un disco perfecto y, sin embargo, es un giro en la carrera de la banda. No deja de ser una transición; un sonido que se va perfeccionando. Es el salto hacia al estrellato, eran una pequeña banda de Leyton, con su innegable toque punk; con este disco se convirtieron en íconos de los ochentas, el epítome del heavy metal. Habiendo agotado todo el material, los Maiden se vieron obligados a sentarse en el estudio y escribir cuanto fuera posible, e incluso reciclar algunas ideas. Dickinson no recibió crédito por sus contribuciones, aún se encontraba bajo contrato. A Samson no le cayó nada bien que su vocalista, se vaya sin previo aviso, para liderar a una banda rival. Son negocios, oportunidades laborales, así se dieron las cosas, de esas hay varias historias. Era el remplazo ideal. Paul Di’Anno estaba fundido, nunca fue su intención liderar una banda, no podía seguir el ritmo y Dickinson desbordaba de entusiasmo.
La leyenda cuenta que, mientras grababan el disco acontecieron varios incidentes sobrenaturales, incluyendo la factura que recibió Martin Birch, 666 £, por arreglar su auto. No puede ser una coincidencia, es una señal del más allá. Así no más no se invoca al diablo y el disco desencadenó la histeria en los Estados Unidos, impulsando un vasto movimiento de censura y criminalización de la música. No deja de ser curioso, la temática satánica, es muy inusual en Maiden; la gente se deja guiar por rumores y susodichos. Seducir a las masas atizando el odio, es vector de cohesión social, es un viejo recurso político. Y mientras escucho esto, nuevamente sale a flote el problema inconmensurable que tengo con el disco, tiene canciones que me fascinan, y las escucho con mucha frecuencia, y canciones que no me gustan. Me pone en conflictos. Invaders, es una canción que para mí no funciona; es el sonido del viejo Maiden, y la voz de Dickinson no encaja. Por el otro lado Children of the Damned, es lo mejor de lo mejor; qué temón.
The Prisoner, tampoco es de mis canciones favoritas, pero la disfruto; no es una canción muy conocida, es de esas rarezas que tiene Maiden, con un solo magnífico y en este disco Adrian Smith se luce, saca a relucir todo su potencial. Lo mismo en 22 Acacia Avenue, esta primera parte es absolutamente genial, y la producción impecable de Birch, es el sonido que ha definido mi gusto musical. El lado B, no puedo decir que sea malo en sí, pero son canciones demasiado trilladas y me empalagan, suenan tanto y todo el mundo las conoce y opacan por completo todo lo que Maiden puede ofrecer. De manea obstinada, volvemos a tres o cuatro canciones, y a eso se resume todo el conocimiento musical que la gente tiene de la banda. The Number of the Beast, con un video un tanto extraño, esa frase tomada del libro de las Revelaciones, y el grito de frustración de Bruce Dickinson, la convierten en un hito de la cultura, es tal vez de las canciones más representativas del heavy metal. Quién no la ha escuchado, quién no la ha cantado y quién no se ha emocionado cuando suena en los conciertos.
Escuchar Maiden me pone feliz, me trae buenos recuerdos y vuelven las mismas sensaciones; yo descubrí a la banda con dos discos: el A Real Dead One y el Life After Death, recuerdo con claridad colocar esos casetes, teniendo todavía muchos prejuicios, pues asociaba a la banda con todo el movimiento glam, recuerdo el ruido del público y luego la voz tétrica de Barry Clayton, la guitarra y el bajo, a Dickinson recitando, la batería y la furia; ahí todo cambió. No puedo concebir mi vida sin música y Iron Maiden ocupa un lugar especial, en este extraño recorrido. Por otra parte, Run to the Hills, es una canción que nunca me ha gustado, la letra es genial, pero hasta el ritmo inicial tiene algo de música disco, no por nada es un mega éxito interplanetario. Gangland, es una canción un tanto extraña, es una idea de Clive Burr, a mí me gusta, pero es cierto que Total Eclipse encaja mejor en el disco. También tengo que decirlo, me agrada mucho el estilo de Burr, fue un gran baterista y fue una gran adición al sonido de Maiden; negocios son negocios y el show tiene que continuar, este disco es un monumento a su memoria.
Y la canción que finalmente selló mi devoción hacia Iron Maiden es Hallowed by thy Name; quedé fascinado por la letra, nunca pude cantarla, está fuera de mi rango vocal y no entiendo cómo hace para cantar tan rápido. Aquí todo es perfecto, el equilibrio entre las guitarras, el bajo colosal en el fondo y la batería, todavía tiene ese estilo medio punk tan característico de estos primeros discos. Es una obra maestra, es una pieza fundamental en mi vida y lo mejor de esto es que tenemos un documento de esta gira, el Beast Over Hammersmith. Es un momento crucial para la banda, no es el disco perfecto, pero el más importante y al escucharlo, no puedo ocultar mi emoción. Y ni hablar del arte, Derek Riggs, es otra pieza elemental en todo esto, tuvo dos días para completar la obra, es un clásico de todos los tiempos, cuarenta años, y yo a mis cuarenta y tantos, solo puedo celebrar todo lo que he vivido y esta es la música que me acompaña.