Una vez le preguntaron a Nick Holmes sobre los elementos necesarios para hacer música melancólica y para escribir letras desoladoras. Su respuesta fue bastante sincera, afirmó que seguramente uno tiene que haberse sentido así, haber degustado la miseria.
Los seres humanos en general arrastramos problemas que preferimos evitar, esto creo que es un elemento de la premisa de Freud sobre el inconsciente, entonces la cuestión que puede surgir es la siguiente ¿Qué pasaría si miráramos directamente en los ojos de la “verdadera realidad”? ¿Qué pasaría si percibiéramos todas las cosas como realmente son?
Medusa es una especie de monstruo femenino de la mitología griega que simbolizaba de alguna manera este concepto. Sabemos que la mitología cuenta que si la miras a los ojos te vuelves en piedra. Curiosamente, la idea interpretativa de esta metáfora está muy bien explicada por el novelista estadounidense Jack London, de acuerdo a su afirmación: “Los intentos de evitar mirarla a los ojos representan evitar la realidad aparentemente deprimente de que el universo carece de sentido”.
Medusa también es el nombre del decimoquinto álbum de estudio de estos reverenciados británicos. Aprovechan su veteranía y su gran base de seguidores para darnos la tarea de entender un sonido difícil de digerir, la propuesta de Paradise Lost con Medusa, es hacerte mirar ahí donde no quieres. En este sentido, el propósito del álbum no es la empatía como por ejemplo en el disco homónimo de la banda (2005), dónde el rock gótico busca generar identificación gracias a hooks, coros y canciones que hablan sobre problemas existenciales. En este caso, la banda decide retornar a un sonido más obtuso, moroso y en consecuencia devastador.
Es inevitable compararlo con The Plague Within, disco anterior y con el que retornaron parcialmente a sus raíces death metal. Sin embargo, todavía mantuvieron amplia influencia del rock gótico, completando un disco muy diverso. Medusa es más exigente y tosco, la barrera de entrada es alta, está diseñado para ser como un trago de arena.
En ese sentido, este no es un disco con el que necesariamente vayas a disfrutar una velada con tus amigos. Es un álbum que más bien realza la percepción hacia una realidad de la condición humana marcada por una especie de inutilidad, una sensación de sin sentido existencial. Tampoco es un disco demasiado fácil para escuchar en soledad porque prácticamente allana casi todas las esperanzas. La voz gutural tiene más participación, pero la voz limpia permanece presente. Vuelven y profundizan aún más en el doom – death, siempre jugando con arreglos provenientes de facetas por las que pasaron en su larga carrera.
Existen pasajes en los que, cuando la guitarra de Greg Mackintosh se pone un poco melódica, la voz de Holmes se ubica en un tono disonante y gutural, para balancear, como recordándonos no ir muy lejos, no olvidemos que esta es la cruda realidad y no necesariamente nos va a gustar. También hay momentos de melodía -claro que si- donde deciden entrar en armonía, pero la ironía sigue presente líricamente, en el mensaje crudo, ateo, rescatando solamente tal vez algunos símbolos.
La presencia de una tosca repetición en algunas canciones y el hecho de que sea un disco difícil de digerir en una sola sesión, me molestan. Sin embargo, Paradise Lost está demasiado lejos de ser una banda mediocre y el mensaje artístico del álbum es fuerte y claro. Con Medusa se reafirma el elegante nihilismo musical que la misma banda introdujo hace 30 años con grabaciones como Lost Paradise y Shades of God.