Tercer disco de esta banda finlandesa, turbia y torcida, como todas las cosas que nos gustan porque somos los desaforados forajidos, hijos de la oscuridad y sirvientes del diablo. Es un chiste por si alguien lo dudaba; no hay que tomarse las cosas muy en serio. Y la primera canción entra con todo, un coro blasfemo y una cadencia que se asemeja mucho al power: pagan black metal, le dicen o lo etiquetan. No tengo idea de qué cosas estarán diciendo, nuevamente me guío por las impresiones que me deja la música. Y esto es más épico, esta es una batalla, entre reinos o entre dioses; tiene toda la grandeza de una epopeya, y por ello la referencia al power no es casual. Hasta la portada lo anuncia de esa manera, dos reinos que invocan a los dioses, derramando sangre por la gloria de la Patria. El sacrificio del inocente, el triunfo del poder político.
La segunda canción arranca sin pausas, con ese grito de guerra desgarrador; ya estamos lejos de la invocación, aquí los soldados van a la guerra, cantando, felices, orgullosos de cumplir con su deber, sacrificarse por el Rey, representante de dios sobre la tierra. La guerra, es la glorificación de la nación, de la cultura, del gobierno, del gobernante, es la ofrenda a los dioses, para calmar su apetito de sangre, su sed de injusticias. Como en el metal clásico la canción se construye y desemboca en un solo bestial, para retomar con el leitmotiv heroico, desafiar a la muerte y salir victorioso. Con la caballería desatada, ya en el tercer tema, la violencia se intensifica; ahora las voces son más caóticas, la carga es imparable. Me dejó un poco sorprendido el interludio con guitarra clásica; son unas bestias inhumanas los guitarristas, es uno de los puntos más destacados del disco. Insisto, esto es power, con algo de black, mucho más crudo y violento.
El cuarto tema, tiene mucho de thrash, esas guitarras que suena como metralletas. También tiene algo de folk, y esos solos. Es pura fuerza bruta; es lo que siempre resalta de un buen disco, o te engancha o lo dejas de lado; y este disco tiene un comienzo muy raro, pero una vez que te dejas llevar, no lo sueltas más. Es metal, en el puro y simple sentido del vocablo, y del género. Se escuchan los chasquidos metálicos de las espadas. La quinta canción, ya en las orillas de esa mar frío y agresivo, en el norte del mundo, simboliza el final de la batalla; después del heroísmo y del placer de cercenar cuerpos y destrozar cabezas con un mazo, qué queda solo la desolación y la sed de venganza. Invocar la misericordia de los dioses, el consejo de los sabios y volver a la batalla. La historia de la humanidad, condensa el odio irracional de nuestra especie: primate engreídos, siempre en guerra.
Los coros son grandiosos y épicos, la sexta canción que es un interludio, le da mucha fuerza, algo que continúa en el siguiente tema, que si bien sigue igual de frenético que los anteriores, tiene algo de una marcha fúnebre; y siento ser tan insistente, pero ese solo es bien de finales de los ochenta. Es lo que le da su carisma al disco, es un black muy diferente, de la vieja escuela, aquella que tiene la voluntad deliberada de sonar mal y se toma muy enserio lo satánico, ya no queda gran cosa. Esto es grandioso en muchos sentidos, no es convencional y desde luego, suscitará polémicas absurdas ente los verdaderos seguidores del metal negro, que son un puñado de fanáticos descerebrados, y hay que decirlo fuerte y claro. Las cosas como son, y al que no le gusta pues que se joda, como dice el otro, creo que veo mucho ese canal de YouTube (el de gaucho que hace reseñas de películas).
Las dos últimas canciones son una forma gloriosa de cerrar el disco, qué barbaridad; ideal para animar una fiesta, así funcionaba el rock and roll; hay que coquetear muchachitas, mientras se pueda. Yo en todo caso, quedo feliz y contento con todo esto. Estoy convencido que esto narra el nacimiento violento de dos reinos, y esos teclados finales, caen de maravilla; hipnótico y casi irreal, como para dejarte bien colocado después del viaje.