La pregunta que acosó por mucho tiempo a la comunidad purplediana, fue si es que el Come Taste The Band iba a ser reeditado; y por un tiempo nuestras esperanzas se vieron truncadas pues según EMI, los master tapes se habían extraviado. Para el asombro de muchos, el 2007 salió una edición remasterizada que sorprendió a más de un escucha; el sonido era claro, nítido, bastante sólido pero decepcionante con relación al trabajo que se hizo con los otros discos de Deep Purple; además, nadie supo con certeza de quién fue la idea o la fuente del material con el que se hizo la mezcla. Ese parecía ser el punto final de una larga espera y contra todo pronóstico, a finales del 2009 EMI anunciaba con pompa el redescubrimiento de las cintas perdidas.
Hughes volvió para supervisar el proyecto pero su trabajo en el Stormbringer dejó mucho que desear y fue discretamente apartado para darle lugar a un discípulo de Martin Birch, el mítico productor, el ya legendario Kevin Shirley. El resultado sobrepasó todas las expectativas, el sonido límpido y cristalino revitalizó por completo un disco controvertido y prácticamente olvidado. El formato final contiene dos discos, similar al packing que fue utilizado para el Machine Head, el primero es la edición remasterizada cuyo sonido es bastante opaco y no es realmente comparable con el de sus antecesores aunque se hicieron notables mejoras y sobrepasa con creces el parco intento del 2007; en el segundo, los remixes, la cosa cambia por completo, el sonido es mucho más potente, los instrumentos están claramente separados y uno puede distinguir con claridad los pequeños detalles que fueron enterrados en la mezcla original. En suma, es una experiencia totalmente nueva escucharlo desde esa perspectiva, es tal vez uno de los mejores trabajos que se hizo en la serie de los remasters pues si bien los remixes aportaron cosas interesantes nunca fueron elementos sustanciales en la discografía de Purple, salvo en el caso del Fireball y del Machine Head; pero en este caso me atrevería a decir que la versión remezclada es muy superior a la original, la sustituye para convertirse en el sonido de referencia para una nueva generación de fanáticos.
El Come Taste The Band contiene una fuerte carga emotiva, es el disco que cierra una era, los días gloriosos que coronaron a Deep Purple como uno de los pioneros del metal, antes de convertirse en una caricatura de sí mismos en una reunión forzada que solo produjo discos raros y muy mal direccionados. Pero también es un disco que sigue dividiendo a los fanáticos, los elementos funk y soul fueron percibidos como un sacrilegio por los puristas; sin mencionar la ausencia de Blackmore. En fin, la banda se embarcó en una gira catastrófica en la que las rencillas internas, el uso intensivo de drogas y la fatiga psicológica, mellaron sus cimientos. Cómo olvidar los gritos enfurecidos del público, el nerviosismo y las frustraciones de Bolin, que en más de una ocasión intercambió insultos con la audiencia, el descontrol de Hughes, enterrado en su adicción por la cocaína, la resignación de Coverdale, que ya estaba buscando músicos para un nuevo proyecto, y el desencanto de Lord, quien decidió ponerle un punto final a la aventura púrpura. Ese tormentoso epílogo es lo que convierte a Deep Purple en una leyenda.