Tal vez es el precio de envejecer, pero cada año parece desfilar a una velocidad vertiginosa y llegamos a diciembre preguntándonos qué cosas hemos hecho, qué hemos logrado y en nuestro caso qué estamos escuchando. Antes de dar paso, a las listas de fin de año, quisiera mencionar a un par de discos, que por diversas razones han estado sonando de manera insistente en mi cabeza.
Woman is the Earth – Torch of our Final Night (2016)
Ese año se me pasó de largo, pero la verdad es que suena muy bien, medio doom, medio black, medio progre, tiene todos esos elementos que me atraen en la música. Un impecable trabajo vocal, guitarras melódicas y una sólida sección rítmica, hacen de esta banda una propuesta interesante y subestimada en un mercado saturado. Creo que los metaleros son muy conformistas, prefieren la seguridad que les da las bandas conocidas, las bandas que siempre escuchan y les cuesta explorar el mundo que se yergue más allá de los prejuicios.
Onirism – Sun (2017)
Difícil clasificar este tipo de proyectos, es una suerte de black luminoso y etéreo, una exploración sideral. En términos coloquiales, podría decir que es una colgadera, es casi música ambiental para dormir, aunque con esos gritos desgarradores que nos recuerdan que esto sigue siendo metal y esa producción poco prolija, tan característica del black. Complicado asimilarlo, es una fusión arriesgada entre el hipismo stoner y toda la corriente hípster que tanta controversia suscita. Creo que es el disco apropiado para escuchar un viernes en la noche, con una copa o con cualquier otra sustancia, de cuando en cuando hay que olvidarse del mundo.
Irreversible Mechanism – Immersion (2018)
Esto me pescó desprevenido, comienza con unos teclados floydianos, en franco contraste con el anterior disco, más técnico y brutal, situándose en el espectro de Fleshgod Apocalypse. Pero este álbum es un salto hacia adelante, una variante mejorada de una banda que no se diferenciaba muy bien de todo ese mundillo ultra brutal y un tanto tedioso. Aquí claramente definen un sonido, firmemente enraizado en lo progresivo. Creo que es la banda revelación del año, fresco, innovador y arriesgado; y se inserta en la nueva oleada del death metal. Una interesante propuesta, que no puede pasar desapercibida.
13 Saints – To the Floor (2018)
La eterna rivalidad entre el punk y el metal, yo creo que comparten una misma esencia, lo demás es cuestión de gustos. El primer álbum fue una agradable sorpresa. No entró en la lista de fin de año, pero fue un candidato. Aquí la banda da un giro más rockero y se posiciona del lado de bandas que me obsesionan porque es el sonido de mi adolescencia: The Donnas, The Amorettes o Gluecifer. Alma de rockero, convicción de metalero, literato excéntrico. Este disco me pone de buen humor, sigue siendo punk, medio ska en los rasgueos, pero tiene un sonido tan particular que logra sobresalir en la planicie yerma; tiene algo de blues y es lo que valoro mucho en la placa. Sonaría mejor con otro vocalista, pero esa forma de cantar contribuye a su peculiaridad.