The Who lo cambió todo; en su momento, fue el epítome del Rock. Establecieron un sonido, dándole un tono más agresivo al pop. Desde luego, no soy quién para discutir elementos técnicos o teoría musical, pero no es una exageración afirmar, que Pete Townshend, inventó el power chord. Frente a otros grupos de la época, The Who ya mostraba un lado muy agresivo, es la primera banda que destruye sus instrumentos en escena, y la batería de Keith Moon, es algo excepcional en sí. Nadie nunca se atrevió a imitar ese estilo, es una manera muy atípica de tocar, es pura y llana brutalidad. Es uno de los pioneros en la utilización de la doble pedalera, y la forma como lo hace, sigue desconcertando a los musicólogos; impone un paradigma.
La teatralidad ya era casi una norma a mediados de los sesenta, pero The Who tenía un estilo muy diferente, algo que emularán, todas las otras bandas: un cantante en el centro, con un gran presencia escénica; los rizos de Roger Daltrey, su pecho descubierto, y los flequillos en sus brazos, es la imagen que simboliza una etapa formativa en el rock. Es el primer gran frontman y la manera como juega con el micrófono, define una era. A su izquierda, Pete Townshend, agitando su brazo en remolino, golpeando las cuerdas con furia, saltando en el escenario; ahora son cosas muy habituales, en los sesenta dejó consternado a la audiencia, en más de una ocasión. En el centro, Keith Moon golpeando su instrumento como un demente y a la derecha, el estoico John Entwistle; frente a la exuberancia de sus compañeros de banda, optó por concentrase en su instrumento, y la fuerza de ese bajo es inigualable.
Del power pop, a la psicodelía y luego, el giro narrativo; The Who es un pilar del rock progresivo; el Tommy (1969), introduce una idea: la ópera rock. Para la banda fue una experiencia catártica y el detonante de un nuevo concepto. Todo parte de las sensaciones de Pete Townshend, experimentadas en el escenario, provocadas por el consumo excesivo de drogas. Una vibración tan pura que conduce al éxtasis; un estado de sublimación. En ese entonces la filosofía brahmánica estaba de moda, era una forma de llegar a ese estado mental; consiste en extender las puertas de la percepción, desligándonos del cuerpo, alcanzando el pensamiento puro. La idea de Townshend, era componer música que pueda reflejar esas vibraciones, capturando la esencia de cada individuo. Suena descabellado, y fue casi imposible ponerlo en práctica.
La idea va más lejos incluso, utilizando la tecnología de ese momento, Townshend quería construir una máquina que pueda producir música, utilizado los datos computarizados de una persona: su estatura, peso, fecha de nacimiento, color favorito, entre otras cosas. Generar el aura musical, era la ambición de ese proyecto. En 2005, el guitarrista lanzó un sitio web, The Lifehouse Method, que podía concebir un retrato musical, con los datos recabados; el resultado era una composición única que podía combinarse con otras, para generar una obra musical completa. De ese experimento, surgió un disco: Method Music (2012), creado por el matemático Lawrence Ball, y supervisado por el propio Pete Tonwhsend; es el producto más cercano al concepto original.
En 1970, el proyecto no llegó muy lejos, y mutó en una historia con tintes futuristas, combinando la idea original: capturar la esencia individual, centrándose en tres arquetipos, y la fuerza bruta de la banda, pues el momento de comunión y confluencia debía ser el escenario; es el arquetipo elevado en su trascendencia. En términos más sencillos es la historia de un grupo de personas que han perdido su voluntad y están programadas para obedecer, hasta que encuentran su momento de redención y revelación con la música; por ello, el concepto mezclaba el trabajo en estudio, con grabaciones en vivo, tratado de reproducir, esa sensación casi religiosa de comunión y hermandad en los conciertos. Puedo entender a lo que se refiere Pete Townshed, y viendo los registros de la época, queda muy claro, que uno puede sentir esa vibración.
La idea no prosperó, porque nadie la entendió, era imposible contar una historia sobre una sensación. Fue un desastre, y Townshend estuvo al borde del colapso nervioso; estaba obsesionado con el proyecto, y lo más saludable era ponerle un punto final, archivarlo hasta nuevo aviso. Algunas de las canciones fueron reutilizadas, y la idea siguió rondando en la cabeza del guitarrista, y se extiende en varios discos. El 2000, finalmente compiló todos los demos, regrabó algunas canciones, compuso arreglos sinfónicos y hasta puso en pie una radio novela; es el proyecto de toda una vida, The Lifehouse Chronicles, es una de las cosas más ambiciosas; es un coloso y no lo entiendo muy bien, tiene cosas muy interesantes, pero solo The Who lo podía interpretar.
The Who es una anomalía en el espacio tiempo, es pura genialidad y ninguno puede atribuirse mayor mérito que los demás; el error fue mantener activa a la banda sin Keith Moon. No podía funcionar, nadie está a ese nivel. En 2018, Townshed sacó una versión en vivo, Music from Lifehouse, que restituye la narrativa original, con ello, creo que tenemos la versión definitiva del proyecto. Es una locura; de los retazos dispersos de ese galimatías, surgió un disco excepcional, el mejor que tiene la banda.