Mi relación con Cult of Luna (CoL), es de esas muy personales, además de ser una de las bandas de cabecera de los moradores de este Abismo, de esas que ya se transmiten en el ADN, y se llevan en la piel. Desde el impactante Somewhere Along the Highway del 2006, disco con el que los conocí y que hasta el día de hoy sigue siendo mi favorito, mi amor con esta banda solo fue in crescendo y no solo por argumentos subjetivos, sino porque también la banda se encargó siempre de seguir elevando su propia vara. Siempre es un desafío para mi escribir de las bandas que me son tan cercanas, ya que creo que la subjetividad siempre le gana a la objetividad como en este caso, pero más allá de ello, aquí una descripción de las sensaciones que transmite este maravilloso Largo camino hacia el Norte.
Desde el inicio del disco, con la Cold Burn y su tremenda atmósfera todo empieza a temblar, una experiencia familiar, como implacables olas frías de sonidos con los momentos más lentos entrelazados para el reposo que siempre la banda se permite y nos permite. Las maravillosas atmósferas en los paisajes sonoros aplastantes, para en este caso evocar el frío del norte, cuando antes nos evocaban ciudades futuristas grises como en el maravilloso Vertikal del 2013.
The Silver Arc continua el empuje con sus repeticiones; y Beyond I, en la que canta de manera íntegra y hasta con fragilidad Marian Wallentin, y las cosas se confirman, siempre lo dijimos con los moradores, pero el hecho de tener el disco en las manos, junto a las letras, el arte, hace que la experiencia con los discos sea cuasi total; y en el caso de CoL es también menester. An Offering to the Wild, otra de las mejores canciones, ofrece la conocida pero certera fórmula, mucha atmósfera, masividad y su conexión paganista con el planeta. Into the Night parece ser de carácter más reflexiva junto a la Full Moon, partes más tranquilas de este trabajo; Así y a medida que avanza el disco, se ven muchos picos y valles en el paisaje que ofrece la banda.
La fuerza del álbum una vez más, en su gran amplitud, su alcance cuasi teleológico, su grandeza sin pretensiones. La tremenda combinación entre la The Long Road North y la masiva Blood Upon Stone se calma en el cierre del álbum con la Beyond II, una colaboración con Colin Stetson. Una pieza instrumental exquisitamente espeluznante, cual zumbido etéreo.
Como siempre, la gran mayoría de las letras del amigo Johannes Persson están oscurecidas detrás de su entrega de laringe: el significado es claro, el mensaje parece ser inequívoco, incluso cuando no sabe cómo traducirlo correctamente en algo que no sea una respuesta visceral en lugar de cognitiva; producción de sensaciones estrechas pero espaciosas, orgánicas, donde se siente más; y esto viniendo de una banda que ha existido durante más de 20 años, como algo que realmente afirma la vida misma.
Muy pocas bandas pueden tener constantemente lanzamientos de primer nivel durante su carrera. CoL puede, siempre empujando un poco más. The Long Road North es una vez más otro lanzamiento de primera categoría, placer sonoro.
La música es terapia para nosotros, las reuniones son sesiones también de rituales, caos e intimación, y muchas veces, entre otras bandas igual de íntimas, CoL nos hace ver y entender cosas, ese será otro de los legados de esta banda, y nos sentimos agradecidos.