RPWL, parece el nombre de una radio y, sin embargo, es una banda con una sólida reputación en el submundo del rock progresivo. Iniciada como un tributo a Pink Floyd, ya con varios discos de por medio, tiene un sonido muy bien definido, aunque derivativo. Las bandas tributos, que son una verdadera plaga en países pequeños y pobres como Bolivia, que nunca ha sido parte del circuito habitual de giras, cumplen una función muy clara: satisfacer una demanda. En otras latitudes, son verdaderos actos de devoción, generalmente tocando canciones raras o poco conocidas, siendo el sueño de todo fan acérrimo. No todos queremos escuchar los éxitos de siempre, hay canciones que empalagan, y otras que nunca fueron tocadas en vivo, o que fueron descartadas hace muchos años del set. Uno de los grandes problemas, en una banda como Pink Floyd, es el poco material en vivo que teníamos disponible; subsanado de cierta manera, con la edición del ambicioso cofre, The Early Years. Durante años, circularon conciertos con una calidad de audio bastante deficiente, y en toda esa efervescencia, una de las piezas de colección más preciadas, era The Man & The Journey, una obra conceptual, concebida como un espectáculo musical y visual. Un proyecto fallido, la banda siguió adelante y sacaron el experimental Ummagumma. La edición oficial que tenemos, no deja de ser una pieza muy interesante, aunque presumo que David Gilmour, está un poco ebrio, al final del show; la calidad del sonido es muy superior a cualquier bootleg, y cumple a cabalidad con los sueños estrafalarios del fan. Pero, como fanáticos que somos, siempre queremos más.
La versión de RPWL, destaca no solo por la calidad del sonido o de la imagen, al ser una recreación nota por nota del concierto original, con una puesta en escena muy bien lograda; ese es el objetivo de una banda tributo, tocar piezas musicales que el artista no puede o no quiere interpretar, para introducirla a un público contemporáneo. En definitiva, esta es mi versión favorita de la suite. Las voces, las guitarras, los teclados, el mimetismo es desconcertante, aunque el intérprete conserva su identidad, y eso me fascina. Es la etapa de transición, para Pink Floyd, la fase de los discos olvidados: el ya mencionado Ummagumma, que tiene muchas cosas raras, pero también canciones hermosas como Granchester Meadows, The Narrow Way y la violenta Careful With That Axe Eugene, que se mantuvo constante en el set hasta 1973; el More, una banda sonora para una película muy rara que recuerdo haber visto hace muchos años y no logré comprender la trama. Curiosamente muchas de esas canciones, fueron piezas claves del set entre 1969 y 1970, Green is the Colour, Cymbaline, Quicksilver. La suite también incorpora canciones rara vez tocadas en vivo: Biding My Time, una de mis canciones favoritas, que luego sería editada en el disco de refritos, el Relics, y Pow R. Toc H. del disco debut, de la cual prácticamente no existen versiones en vivo. Es un bello homenaje a la banda antes del mito, antes del tiránico mandato de Roger Waters.
No todas las obras llegan a término, hacer y deshacer, es el trabajo constante del artista; en el trayecto desechamos ideas, reorganizamos las cosas o las aniquilamos por completo. Otros seguirán esa vía, algunos reutilizarán las partes para construir algo nuevo. El camino sigue y esta puede ser la puerta de entrada hacia los orígenes del mito o la consolidación de una banda. Es ambiguo, porque el arte es siempre interpretativo, y el sentido se pierde en nuestro afán de cantonarlo, asirlo y volverlo concreto, de definirlo o circunscribirlo, en márgenes difusos y cambiantes. Las formas varían, la esencia se mantiene.