Todos llegamos a esta situación ¿y ahora que escribo? ¿cómo lo escribo, sin caer en la banalidad? Podría ser más simple, pero no sería honesto; nadie lo sabría, pero tendría que cargar con la culpa. Tercer disco de esta banda, que emergió de los terrenos demoniacos del black metal, para sumergirse en las profundidades cavernosas del doom/death metal. Y lo primero que resalta es el sonido, profundo, oscuro, lento; esa doble pedalera en el fondo y el grito de las almas en pena. Hemos descendido a estas profundidades cientos de veces, y sigue siendo gratificante. En esta cueva húmeda, repleta de alimañas, me siento en casa.
Tiene un ambiente pantanoso y ese bajo, suena con un poder inusitado, enterrado en la mezcla, extrañamente resalta en estas profundidades avisas; fuerza bruta, ese sonido pesado que si bien no te taladra el cerebro, penetra tu alma, la hace añicos, te aplasta como a un vulgar insecto y frente a esta devastación, pues me siento pequeño; como un ser humano contemplando un cataclismo. Es otra de las ramas del metal, esa cadencia fúnebre, el terror en las voces, las siempre obsesivas invocaciones a la muerte, sería más fácil centrarse en un género, especializarse en algo y sin embargo; no puedes quedarte mucho tiempo en este mar de brea; un par de discos y terminas exhausto, no es posible asimilar ni contemplar tanta maldad.
Empire of the Necromancers, es tal vez la canción más interesante del disco, pues sale un poco del canon, tiene elementos sinfónicos y guitarras que rebasan esa cadencia cansina, el condenado a muerte, recorriendo el patíbulo. Esto desborda de sus propio confines, cotejando pequeños retazos del metal clásico y de las formas más convencionales del death, y este mar de brea, se transforma en un torbellino de lava, escupiendo ira, decadencia, dolor; inmundicia. Es el giro imparable, en el cual esto se convierte en uno de los discos más interesantes del año, por la forma como va creciendo, arrastrándote hasta la ciénaga, ahí donde yacen los desperdicios de la ciudad.
De una u otra forma, sigo siendo el mismo; pude avizorar mi muerte y ahora creo que por fin he hecho las paces con la vida. Me sigue fascinado esta música fúnebre, y los solos en Subaqueous Funeral, me llevan a un recuerdo; me veo a mi mismo, con mi polera de Deicide, escuchando por primera vez las notas rancias y pútridas del death metal. En aquel entonces me dije, esto es grandioso y hoy lo ratifico. Esto es una bestialidad, la fuerza mística y la devoción al mal. Orgullosos seres humanos, fieros y arrogantes, frente a su legado de destrucción; y al contemplar la tierra yerma, podemos afirmar, no sin cierta complacencia, que un gusano, posee más dignidad. Siglos de purulencia.