El Machine Head está muy ligado a todo lo que soy como persona, ha moldeado gran parte de mi ideario musical, y hasta el día de hoy quisiera que todos los discos suenen así. En los setenta, el sonido era muy natural: es una banda tocando en un cuarto, sin muchos artificios ni adornos ni recursos para “embellecer” las pistas. Cincuenta años después, las cosas son muy distintas, y extraño esa simplicidad, esa producción pulcra que solo Martin Birch podía generar.
Esta es una idea de Roger Glover, y Gillan canta esas cosas sin sentido que solía escribir en ese entonces; extraordinario trabajo vocal, por cierto. Pero lo que siempre me impactó en este disco, es el trabajo de la batería. Paice está en otra liga, lo que resalta en él es la técnica, preciso, oportuno, dinámico y potente. Al comienzo de la gira la tocaron un par de veces, Blackmore no se sentía muy cómodo, y la sacaron del set. Muchos años después, la volvieron a incorporar, con Morse en la guitarra.
Esta es la apropiación de Daniel Charavitsidis, y el sonido es muy diferente, son otros tiempos también, y el sonido depende de las circunstancias, de la acústica misma de un cuarto, los Deep Purple grabaron en un hotel, Charavitsidis lo hace en un estudio bien bonito, con todo, replica en todos sus detalles la genialidad de Ian Paice.