Era 1993 y mi vida cambió; estaba fascinado con la música de los setentas. Con Deep Purple y Black Sabbath, con Pink Floyd y The Who. Algo me impulsaba a buscar música cada vez más pesada y violenta. Eran los tiempos en los cuales podía comprar Metal Hammer, en un quiosco, y husmear en las tiendas, buscando casetes y discos. Recuerdo haber visto la portada del Eaten Back to Life, y quedé intrigado. Alguien me pasó un cinta, y prefiero la imprecisión; fue la cosa más brutal y salvaje, que había escuchando en mi vida. Algún tiempo después caí en cuenta que se trataba del Tomb of the Mutilated. A partir de ese momento, no quería escuchar nada que no fuera death metal.
Los gustos cambian, la vida pasa; escuchaba lo que estaba a mi alcance y perdí interés en la banda cuando cambiaron de vocalista. Creo que todos recordamos al Gallery of Suicide, por ser un disco muy malo. Era una banda aburrida y hasta ahí llegó mi pasión por Cannibal Corpse. Pero el Tomb of the Mutilated, lo escucho una vez a la semana, me sigue impresionando lo crudo y violento que es. Es la definición más clara y concreta de la bestialidad, así tenía que sonar el metal, y todo lo que no encajaba en ese patrón eran poperías que repudiaba con furor. No deja de ser contradictorio, en alguien que escucha Kiss, de manera muy regular.
Allá por el 2012, de casualidad y por curioso escuché el Torture; fue una agradable sorpresa, el disco sonaba muy bien, lo suficiente como para reavivar mi interés y volví sobre toda la discografía, de manera obsesiva y el resultado fue el mismo. Tengo mis serios desacuerdos con la banda, y después de unos discos el sonido se estanca, repiten lo mismo, sin grandes resultados. Pero es un problema en el género, muchas bandas suenan a lo mismo, y después de unas horas, inmersos en la violencia, pues uno termina exhausto. El Red Before Black, me cayó de maravilla, y no puedo creer que hayan pasado cuatro años. Sigue muy fresco en mi memoria, más que otros discos.
El Violence Unimagined, es muy sólido, incluso mejor que el Red Before Black; es mi reconciliación con la banda. Si no hubiera sido por ese casete, hace casi treinta años, no estaría escribiendo aquí. Fue mi puerta de entrada hacia el metal y está relacionado con mi afición por el gore, con mi forma de interactuar, con ese silencio exasperante y esa mirada burlona, mis primeros pasos en la literatura. Es mi vida condensada en un disco: sangre, tripas y alcohol. Cuando escucho esto, siento poder, siento nostalgia también. Es una forma de mirar al ayer y restablecer un nexo. Un instante apartado del tiempo, después de todo sigo siendo el mismo. Ese muchacho temeroso sosteniendo un casete, con la mirada perdida y la sonrisa forzada, esa expresión boba que causa repulsión.
Lo peor, que yo puedo concebir, es el olor de la muerte, contemplar un cuerpo putrefacto, ya irreconocible por la hinchazón, carcomido por los bichos. No hay nada digno al final y esta banda de manera obsesiva habla de eso, de asesinatos, violaciones, cuerpo mutilados, crímenes inimaginables, como el martirio de Junko Furuta. Es la más cruda expresión de lo extremo, treinta años de locura psicótica; esto es mucho más real que cualquier evocación diabólica. El ser humano, es la personificación del mal; está la famosa carta de Albert Fish, en cual reconoce haber matado a una niña de diez años, se la comió en un lapso de nueve días. Cuán retorcido puedes ser, como para cortar en pedazos a un niña y cocinarla. Eso es real, el diablo es un ser de fantasía que encubre las atrocidades humanas.
Tal vez exagero, al calor del momento; pero podría decir que es el mejor disco de la banda, en todo caso, tiene su lugar bien merecido en mis recuerdos, y yo que estaba escéptico, después de todo el escándalo con Pat O’Brian; un disco más o uno menos, qué más puede ofrecer esta banda, y sin embargo, aquí estamos. Las raíces, mis orígenes y vuelvo a ser fan de Cannibal Corpse. Sigue la sangre, el ritual de la aniquilación.