Bolivia, un país pequeño con recursos limitados, sin salas de conciertos y sin grandes estudios de producción. Se hace lo que se puede con los medios que están disponibles. Algunos todavía se acuerdan de la industria del disco, que desapareció casi por completo. Pese a los discursos y el semblante de opulencia, seguimos siendo un país pobre con escasa repercusión en el mundo. No salen muchos discos, usualmente ni me entero; tampoco hay mucha publicidad, si no eres amigo de la banda, no hay forma de llegar al disco. Spotify, pese a cierta reticencia de nuestra comandante en jefe, lo cambió todo y las bandas tienen que usar esas plataformas, es la única manera de ser visibles. Este álbum me salió como sugerencia; es cierto, vi la portada en las redes sociales y después uno lo consigue, si tiene suerte. Es cómodo tenerlo en formato digital.
Dentro de los límites de mis posibilidades, seguiré comprando discos y apoyó a los artistas en las redes, ya no voy mucho a conciertos, y ahora definitivamente tengo que retirarme de la farándula. Santa Cruz de la Sierra, capital oriental, olvidada por cierta soberbia andina, tiene su escena metalera; en 2016 OverCross, sacó un disco fenomenal y lo tengo por ahí. Le hemos dedicado un podcast a toda esa movida cruceña o camba o cómo la quieran llamar. Pero hay que ser parte de la escena, no hay manera de monitorearlo de forma remota y ya estoy muy viejo para meterme en esos páramos. Death / doom, aparentemente, aunque comienza de manera muy rara, aquí predominan los teclados y tiene mucho de música tribal. Es una sorpresa tras otra, no es para nada lo que yo esperaba, creo que hay un chelo de fondo, sabrán disculpar mi ignorancia.
Nuevamente, la furia y la melodía, patrones comunes a lo largo del año, en bandas muy distintas y en estilos disimiles; son canciones cortas, pero contienen muchos elementos y no deja de ser una experiencia fascinante. Algo falla de lado de la producción, las bandas suelen ser muy testarudas y nadie acepta de buena gana la crítica, aunque en Bolivia la gente critica mucho y aporta muy poco; la producción no le quita mérito al disco, pero podría sonar mejor. Es una propuesta muy interesante, muy original y versátil. Tiene elementos black, en los fraseos, muy prominentes en la segunda canción, Noche Fría, con esos ligeros toques sinfónicos, con esas irrupciones violentas y casi demenciales, que en lo personal me sacan de onda, pero funcionan dentro de los confines de la canción. Por momentos, la batería sobresale, aunque es difícil distinguirla en la mezcla.
Cada canción turba, es un mundo en sí, Victus Paradisum ahí resaltan las guitarras; son estructuras muy complejas con un motivo ligeramente oriental, si de marbetes se trata, sin entrar en musicología, es muy complicado describir una canción, por eso, baso mis apreciaciones en las letras y en las impresiones que me provoca la música. Estarán cantando en español, pero aún así me cuesta distinguir qué diablos dicen. Percibo algunos elementos muy propios del black: la soledad, la tristeza, la desesperanza, el odio por la humanidad y de por medio la melancolía, esos teclados de fondo, la guitarra ronca, la voz que desgarra las entrañas. No recuerdo haber escuchado nada similar y por eso mismo, es uno de los mejores discos del año. Una cacofonía descomunal, osada, fuera de los moldes habituales.
Dies Irae Part 1, es una canción instrumental muy bien lograda, la belleza contenida en notas dispares, la atrición; mi teclado cubierto de sangre, son mis lágrimas, es mi ira, mi pesar y mi angustia. Desde luego, hay pautas comunes; todos los temas comienzan de una manera muy extraña, es un camino retorcido, recubierto de languidez. Odio y amor, provocan el mismo dolor; es una herida profunda. Son experiencias necesarias, hay que aprender a odiar. Repudio lo que fui, las cosas que hice en momentos de desesperación, las cosas que hice por amor, todos esos momentos vacuos que me conducen a este instante, en el cual retozo en el desdén. Entre las Sombras, es la canción más convencional, cuando menos comienza de esa manera. No es un disco accesible, hay que adentrarse en todas las captas, para capturar su esencia. Los teclados, tienen su atractivo, un ligero toque fúnebre. Bailaremos en el infierno.
Lo que más me gusta en este disco, es la falta de compromiso con lo convencional; nunca estarás preparado, es una sacudida tras otra, pero el elemento común es la melodía. Tiene un sonido muy boliviano y lo puedo situar en un espectro musical, aunque lo rebasa y crea su propio canon. Yo diría que Nocturna es el mejor tema del álbum, y es una excelente manera de cerrar un recorrido intenso, pedregoso, espinado y escarpado; de forma abrupta, ecléctico en sus mínimos detalles.